Profesor Antonio Fernández Morán.
Máster en Ciencias de la Comunicación.
PFG
en Comunicación Social. UBV Eje Cacique Mara.
¿Cuáles son los
retos del periodismo en la era post pandemia?
El periodismo de por sí, viene afrontando
nuevos retos que le hacen quedar rezagado a la luz de la velocidad con la que
los nuevos fenómenos comunicacionales se dan en la actualidad.
La sobrevaloración de la información, su uso
para la incidencia sobre la opinión pública, especialmente de la población más
joven y el descarrilamiento ético de los falsos positivos, lograron abonar el
terreno para su omnipresencia todopoderosa saturada de contenidos poco
argumentados. Con tristeza para los defensores de la vieja escuela
periodística, mas afín a la investigación a fondo y sin tanta turbulencia
provocada por la inmediatez exagerada de hoy en día, los medios y las redes
sociales se han convertido en naves supersónicas que funcionan con el combustible
de la hostilidad social.
En esta era pandémica y lo que será su
posteridad, los retos se multiplican con la desmovilización social, el
inminente riesgo sobre la salud que implica el COVID-19 y los cambios profundos
que seguramente aflorarán, porque hay una ralentización, no solo de la
economía, sino de las prácticas sociales.
Esta nueva etapa histórica viene determinada
por una relación ser humano– tiempo–espacio, totalmente condicionada para el
ejercicio periodístico. La debacle en la economía incidirá sobre las empresas e
instituciones cuyo bastión productivo esté ligado a la comunicación social. Sin
embargo, también deben florecer nuevas prácticas “más humanas”, aquellas que
expresan lo que la gente no entiende pero sin embargo, valora la participación
ya que la exclusión social en este tiempo parece fórmula de otros siglos. La
práctica más cotidiana de la humanidad, es decir, la comunicación, expresada en
periodismo, no guardará desperdicio alguno de opinión. Las nuevas generaciones
vienen ávidas de participación en todos los frentes, con incrementado interés
en las redes sociales, sin abandonar del todo los medios tradicionales como la
radio o la televisión. Capuletos y Montescos seguirán la diatriba en el mejor
campo de batalla: el periodismo, ahora con tapaboca; perseguirán los hechos
noticiosos pero a dos metros de distancia y ojalá no les haga falta
desinfectantes para contrarrestar las amenazas constantes que sufrimos los
periodistas en estos tiempos de Trump, racismo, intentos de magnicidio, nuevas
guerras frías, guerras mediáticas, económicas, el antagonismo político exacerbado
y un marcado problema de desobediencia civil traducido en el desdén que parte
de la población tiene por el tema de la cuarentena para frenar la pandemia.
¿Qué aspectos deben profundizarse en la formación de una nueva
generación de periodistas para que puedan enfrentar esos retos?
Las escuelas de periodismo no pueden seguir
siendo reproducciones casi de museo, de realidades que ya marcaron una época
que se fue. Hay que centrar esfuerzos en las nuevas relaciones de producción
social, aquellas que diversifican los enlaces con la mayoría de actores
sociales y económicos que vienen propugnando con fuerza los cambios por venir.
Una diversificación cultural que venza ostracismos raciales, sectarismos
excluyentes e ignorancias.
Una escuela de periodismo que aún en
cuarentena, salga y dé la cara desde los medios como la radio –tan cercana a la
gente como en otrora-, la tv, las plataformas multimedia y las redes sociales
para interactuar con la gente desde sus modos de producción, sus carencias, sus
esperanzas y proyectos.
Una escuela de
periodismo que despierte el sentido crítico del espíritu humano, tanto para lo
reivindicativo, como para lo estético. Un ejercicio periodístico que tenga
siempre presente su papel y valor histórico, su trípode conceptual de informar
para formar, inconformar y transformar (al estilo López Vigil). Un periodismo
valiente, vigilante, contralor. Una acción periodística que rescate sus
múltiples formas y características, que vayan más allá de cierta cantidad
máxima de caracteres en una red social.
Es un reto muy interesante, porque en
nuestras estructuras mentales, la cuarentena y el aislamiento social acarrean
la noción de parálisis del mundo, pero también es una especie de nocaut que ha
dejado en la lona al pensamiento capitalista y que ha despejado al socialismo
una oportunidad temporal única para reorganizar y dirigir la sociedad. Un
periodismo que quiera jactarse de ser palanca para el éxito de un país, debe
compenetrarse con su complejidad cultural, con su enmarañamiento de la
economía, con las interrelaciones sociales a profundidad desde lo territorial y
desde lo virtual y con sus objetivos políticos que se traduzcan en una
transición (si, transición) pero de una democracia burguesa a un sistema
comunal de democracia directa, donde la población persiga y alcance para
siempre la suprema felicidad posible en el vivir viviendo que propugnó Hugo
Chávez. En fin, las nuevas generaciones de periodistas deben formarse con un
criterio de integralidad multidisciplinaria, respetuosa de la ética y deontología
(aunque suene anacrónico) y, por supuesto, que cuiden de su salud que en la
realidad es cuidar su vida. Lo demás que lo debatan el conocimiento y la fe. El
periodismo vuelve a evolucionar. A esta última palabra agreguémosle la R para
que se cumpla su verdadero papel de servicio.
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