viernes, 22 de marzo de 2019

La poesía es el sentido siempre naciente

Por José Javier León
Tomado de su BLOG


Es sabido, largamente, que los seres humanos somos seres de palabra. Que las palabras nos constituyen y conforman. Por lo que debemos saber, también, que todos los ataques al ser humano son, en el fondo y en esencia, ataques a la palabra, a sus palabras. De ahí la crueldad del ostracismo y el aislamiento, la desorientación y desolación que provoca que nos corten la comunicación con los otros, con el entorno, con el mundo. Nuestros verdaderos límites están en nuestras palabras. Podemos llegar al confín del mundo viajando en ellas. No hay prisión, si la palabra vuela. Esto lo sabe el poder que la cercena. Que la pervierte, la enajena y la borra.

He pensado que los que alejan a la poesía del pueblo persiguen que este pierda el contacto con las palabras esenciales, con la esencia de la vida que está en las palabras. Alejan a la poesía creando una distancia, un muro ilustrado, elitesco, haciendo creer que la palabra poética es asunto de iluminados. Pero no. La poesía nació en el pueblo, sólo que llegada a palacios y cortes se remilgó, edulcoró y pretenciosamente, elevó. Sí, después del tránsito por la tierra, por los dolores y amores de los hombres y las mujeres, la poesía derivó en fabla de(l) poder.

La poesía, por ser y venir del pueblo, tiene vocación de aire. Es efímera y se acomoda a los ritmos de la respiración de los idiomas. Por eso, los primeros poemas escritos que se conocen provienen de la oralidad y sólo tras muchos siglos de trance aéreo fue que las castas de escribas llevaron a tablas, pergaminos, papiros y papel, versos y hemistiquios. Cuando la poesía llegó a la escritura, algo perdió. De ahí pienso que la mejor poesía siente una nostalgia profunda por la oralidad, por su fuente nutricia y albo alimento. La mejor poesía (y creo incluso lo mejor de la literatura) se surte de lo oral, de la palabra viva.

Porque la escritura nació para la administración, para llevar cuentas y haberes del mundo del dinero. Todo se podía olvidar menos las deudas y el nombre de los morosos. Por su parte, las leyes tampoco podían ser olvidadas y menos incumplidas y por escrito debían quedar sus interdictos. Leyes y administración nacieron para cuidar los bienes de los poderosos y la escritura fue el vehículo para fijar, establecer, determinar. La ciencia y el conocimiento, lo que tienen de fijo, establecido y determinado, les vendría también de la escritura. En ese sentido, la literatura sería muy posterior a esos usos mundanos. Y cuando llegó a la poesía, esta sufrió su rigor: fue encapsulada en formas fijas, estrictamente medidas. La poesía sin embargo, desembarazándose de los impuestos, impregnó a la escritura de sus atributos, desafiando la ortodoxia, la sintaxis y la ortografía. Recordando y retomando sus orígenes, su fuego inaugural.

La escritura se encargó de desplazar a la oralidad obviamente, por venir del pueblo; por ende, mira con desdén los juegos de (la) palabra, su graciosa vitalidad. Hay una poesía sin duda hecha a la medida de la escritura y de sus vicios, de la escritura clasista y excluyente, y sólo se acerca al pueblo cuando se acerca a la oralidad, a su espontánea y dúctil flexibilidad.

La verdadera poesía tiene claro que debe vérselas con la escritura y su poder. La escritura procura cercar y dominar. Procura controlar. Busca que la realidad no se desborde ni salga de la horma. El poder que está detrás de la escritura y que con ella se expresa, presenta dos opciones: la oscuridad opaca del sentido o su transparencia inocua. Lo críptico que se despeña en el vacío o el sentido que no tiene doblez ni trasluz. La escritura necesita el sentido y sobre todo, fijarlo. El poder se construye sobre la base del sentido y mientras más pétreo, mejor. Lo que rompe el sentido y funda el sinsentido, busca escapar al cerco. He ahí la liberación, la fiesta y celebración de la locura.

La verdadera poesía desafía el sentido establecido e indaga en la realidad que se escapa como las imágenes del sueño al despertar. La poesía es el sentido siempre naciente. Por eso la verdadera poesía es indagación y revelación. El universo no cabe en un idioma, querido Ramos Sucre, lo colma y lo desborda en lo que tiene de imprevisto e impredecible, impronunciable e indecible. La poesía funda sentidos, los abre, los descubre, los revela, para llevarnos más lejos, más allá, para trascender la realidad y descubrirnos parte del mundo en lo que tiene de sagrado e inmortal. Y lo hace descubriendo en la realidad lo que nos trasciende, a través de la grieta, el intersticio, la celosía, el envés y el través. Las palabras en estado poético giran en su gozne. Están aquí y allá, nos devuelven su sentido aquí y abren uno y otro del otro lado. Con las palabras nuestras, las de todos los días y las que bullen en la infancia y la memoria, des-conocemos el mundo y nos abrimos camino en él, a tientas, asombrados. La poesía se hace con las palabras de siempre, nombra lo que aún no existe pero que comenzará a existir como imagen y posibilidad a partir de su modulación. Es en la palabra cotidiana, de pronto extraña, por donde asoma la vida que nos trasciende e ilumina.









domingo, 17 de marzo de 2019

Del Apagón a los TES


Del Apagón a los TES

José Javier León
Maracaibo, 15 de marzo de 2019

Pasadas las 5 se fue. Como se nos había ido en la noche del día anterior y apenas nos estábamos acostumbrando a unas horas de energía eléctrica e internet, pensamos que se trataba otra vez de ese racionamiento no declarado, no oficializado, jamás explicado. Rutina, pues. Lo raro era que se había ido en una hora rara, ni media ni o’ clock. Cuando oscureció y me asomé al horizonte vi con desazón que la cosa iba para largo ya que las luces de cuando no tenemos en el circuito pero sí al frente, no rutilaban para mi más profunda envidia. Al contrario, todo iba de gris plúmbeo a negro espeso.

Y nos agarraba sin cena, en nuestro apartamento sin servicio de gas doméstico. Recurrimos a los teléfonos y la señal era rala y escasa; la mía, muerta. Con el paso de los minutos nos fuimos enterando de que la cosa no sólo iba para largo sino para lejos. Que era un apagón de los mandados a hacer. Fui al carro porque no tenemos radio en casa, esta no llega ni en condiciones normales (al parecer por los muros de concreto), pero no encontré una sola emisora trasmitiendo. El apagón tan temido nos estaba ocurriendo, desguarnecidos.

Por suerte la brisa donde vivo estaba y sigue estando maravillosa y dormimos literalmente oyendo las olas del lago batir toda la noche. A media mañana intentamos la primera excursión a las afueras, movidos para ponerle picante a la cosa, por una cuasi emergencia médica: un dolor como de apendicitis. Ya sabíamos que el apagón era en serio y el carro, por si faltaba algo más, anunciaba un desperfecto. Dimos varias vueltas de prueba sin atrevernos a salir de la isla (sí, vivimos en uno de los tres islotes en la ribera norte de Maracaibo) hasta que nos decidimos, arriesgándonos a quedar varados en una ciudad que despertaba al desasosiego.

Era viernes y los viernes están los gochos de las verduras. Mucha gente pero el punto estaba pasando y la cola avanzaba hasta que, por supuesto, dejó de pasar. Como somos clientes de años largos nos fuimos con las bolsas y pagamos por transferencia. Todavía se podía y se pudo por un par de días más hasta que a todos se nos ocurrió, por supuesto a los comerciantes primero, que bien podían tasar los productos en dólares, así los botellones de agua (porque de paso no hay agua corriente en Maracaibo) salían a 2 por dólar aunque en otros sitios salían a 3. Comenzó lo de siempre pero multiplicado: la especulación, la discreción, el hago lo que me sale del forro y si no te gusta ya sabéis lo que tenéis que hacer.

Compramos lo que pudimos, fuimos a un centro de salud popular y el diagnóstico de la doctora en calma y en penumbras despejó la urgencia; corrimos a refugiarnos brevemente en la casa materna donde había la posibilidad de cocinar con gas. Empezó el ir y venir y la preocupación por lo que estaba en la despensa, congelado. Al tercer día, el sábado, era evidente que teníamos que tomar una decisión y optamos no sé si por la mejor pero sin duda la más caribeña: hacer una parrilla. En nuestro caso, por vivir en una playa, la cosa pintó perfecta, y no sólo para nosotros sino para familias enteras que colmaron la costa y desde bien temprano sacaron mesas y chinchorros mientras el humo sabroso alejaba el apagón. Jóvenes, niños y uno que otro borracho, dominó, pelotas, risas y la alegría más allá de todos los llamados (que no escuchábamos ni atendíamos por no tener ni redes ni “medios de comunicación”) despejaron el caos y el desastre. “Octavita de carnaval” la bautizó mi comadre.

Amanecimos lunes con las despensas críticas. Nos fuimos a casa de una amiga que también tenía gas para cocinar y a continuar, con la angustia creciente, el compartir, el juego y la conversa. Al caer la tarde comenzaron las sirenas y las detonaciones. La poca información que nos llegaba era nerviosa y electrizante. Yo pasé horas mirando el horizonte extrañamente iluminado, como por un aura que no sé si era fruto de la miopía o la esperanza. Noticias de que estaba llegando la luz en algunas partes del país se confundían con las de los saqueos. Agotado de esperar no sé qué y con la brisa fría, me acomodé para dormir. Pasadas las tres, llegó.

Al terminar de amanecer regresamos a la isla y aunque había pocas señas de los desórdenes nocturnos, quedaba la calma chicha de que algo aún no llegaba. En efecto, la noche del lunes y buena parte del martes, se desató un vandalismo con intereses encontrados en el que las aguas se mezclaron para dejar en la orilla los restos y arrestos de un nuevo orden comercial.

Escribo esto hoy, viernes 15, a una semana completa del apagón y tras pasar toda la noche del jueves (otra vez el jueves…) sin luz -y angustiados porque “al que lo mordió macagua, bejuco le para el pelo”- por una sobrecarga (según informaron) que se largó varias subestaciones y transformadores. Sin duda, esta será nuestra cotidianidad quién sabe por cuánto tiempo más. Porque construir un sistema alterno e independiente del gigante Guri llevará su eternidad, amén de las inversiones que se han hecho, descuidado cuando no abandonado para contar alguna vez con termoeléctricas eficientes y al tiro y con el casi utópico parque eólico de la Guajira, majestuoso Guri de vientos alisios.

Ojalá lo aprendido a golpes nos lleve alguna vez a planificar desde las bases formas de producción de energía autónomas. Mientras tanto les dejo un enlace para que revisen esta propuesta, los TES (Territorios Energéticamente Sustentables) acaso la más acuciosa que puedan encontrar en miles de kilómetros a la redonda: (https://drive.google.com/open?id=0B-qLVBvd0mI_SEluLWdMSGV1VjhqWXItb2EtdW9JcllNZlJr)

Que las velas de Rodríguez nos iluminen y la tenacidad de Bolívar nos acompañe. Venceremos!!!


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sábado, 2 de marzo de 2019

LA “AYUDA HUMANITARIA” QUE LA HISTORIA NO RELATA PERO QUE LA PATRIA RECHAZA


Por: Jesús Parra
Profesor Universitario

Si revisamos un tanto la realidad venezolana desde los tiempos de la colonización hasta la actualidad, sin caer ni tener la pretensión de hacer análisis profundos, porque caeríamos en dilaciones de hechos y/o acontecimientos sujetos a una cronología, con personajes, acciones e itinerario, pudiéramos decir que siempre ha habido la presencia socavada y enmascarada de una supuesta “Ayuda Humanitaria”.
Desde tiempos de la colonia se comenzó a proyectar una forma de violencia sostenida a nombre de la razón con argumentaciones emanadas de visiones eurocéntricas, que poco a poco fueron extendiendo su radio de acción explosionando con su chispa a otras naciones, entre ellas los EEUU para continuar expandiendo su “voraz” osadía.
Frente a esto no resulta fortuito que su mayor aspiración e interés (me refiero a Europa y EEUU) fuera la TIERRA y no su gente. Desde allí se comenzaron a hilvanar una serie de estrategias de sometimiento que les permitiera obtener su fin más deseado.
Por supuesto, uno de los aspectos a considerar para poder sentar las bases de su exponencial arremetida, era ideologizar y adoctrinar a su gente (América Latina), por lo cual debían eliminar todo vestigio cultural y social para que fuera más fácil inocular como causas “justas y nobles” y allí su “ayuda”, lo impuesto por el poder colonial. Fue así como se crearon “Patrones-Excusas” bajo las figuras de la obligación tutelar, del desarrollo y de la “promesa divina”, este último auspiciado por la iglesia, permitiendo así la posibilidad de autoproclamarse dueños de las tierras colonizadas

Con el pasar del tiempo la afrenta pasó del estado feudal al estado imperial, y en el caso venezolano, la obra que Bolívar había querido posicionar, la libertad y la autodeterminación de los pueblos, quedó ciertamente relegada, debido al continuismo del proyecto latifundista por parte de los herederos de la gesta independentista. En otras palabras, se había creado la Ley de Confiscaciones emitida en Guayana en 1817 con miras a devolver las tierras que habían sido usurpadas y expropiadas. Pero los herederos de dichas usurpaciones serían los mismos que se encargarían de hacer la nueva Ley de la República, originando en este mismo orden de ideas que la Legislación de Indias quedara derogada por la Constitución de 1830 en el gobierno de Páez, por su defensa ejercida en pro del derecho de propiedad.
En esta misma naturaleza y en lo que fuera el proceso de transición del sector agrícola al sector petrolero, la realidad histórica seguía su curso. Esta vez con rostro renovado y con la presencia latente de un manantial de espesa negrura (petróleo) que vendría a dar una forma distinta en materia de producción y desarrollo, pero que en el fondo se comportaría en estado similar en relación a la conformación de la estructura social con rompimiento de las “venas soberanas de un pueblo y preservando las mismas desavenencias entre explotados y explotadores".
En esta oportunidad le tocaría al “oro negro” ser la mayor excusa o motivo, que tuvieran los gendarmes del imperio para intervenir o mejor dicho continuar su práctica devastadora de la integridad soberana. En este sentido su estrategia o “ayuda” sería ofrecer capital extranjero, tecnología importada y la supervisión eterna de los “pruritos” del norte (lo ejercido en el caso venezolano).
Frente a toda esta amalgama o amasijo de estiércol imperialista y en relación al escenario político actual venezolano, la oposición sigue empeñada en poner en práctica políticas inadecuadas e incluso fuera del marco legal que no terminan de entender. ¿Cómo puede explicarse que el único órgano que legitiman tanto la oposición como los organismos internacionales y/o naciones, sea la Asamblea Nacional que fuera elegida por un CNE que ha sido permanentemente acusado por no ser transparente ni confiable? ¿Autorizar la entrada a la fuerza de una “ayuda humanitaria” irrespetando los preceptos constitucionales y de soberanía, siendo además una violación al Derecho Internacional? ¿Ser proactores de mecanismos como: Magnicidio, bloqueo financiero y asfixia económica?, entre otros.
En definitiva la oposición sólo nos quiere dejar miseria y sudor de obrero. Quieren que volvamos a ser sometidos por el látigo del “señor” del Norte, pero los venezolanos estamos dispuestos a levantar nuestra bandera para que la lucha sea: campesino por su propia tierra, obrero por su propia industria, estudiantes por sus propias ideas, buscando siempre lo que ha de emancipar, como cantó Alí Primera.