Gracias al plan de
formación docente 2020 empezamos a vivir la experiencia de
participación en un chat que agrupa a unas 250 personas ubicadas en
diversos paisajes de nuestra nación. Ya caro nos resulta llevar el
hilo de los grupos familiares, laborales o de amistades específicas
para confrontarnos con la vivencia de una big data criolla, caribeña
y tropical, con nuestro propio y semejante gran hermano, al decir de
1984, que evalúa todo. Hasta los respiros, así como los silencios y
las páginas en blanco, quedan registrados en la web, mucho más las
ideas, los sueños, fantasías y dudas, limitaciones y carencias.
Todo un documento que habla del aquí y el ahora en la más
importante experiencia universitaria de nuestro país, si no del
mundo, como lo es, a mi parecer, la Universidad Bolivariana de
Venezuela.
Necesito un medio para trasladar el conocimiento de un ser a otro, la palabra es la herramienta por excelencia. Si nada sé de algo que podría decir, pasamos de productores de conocimientos a difusores del conocimiento que circula, que se almacena, que se distribuye por canales de comercialización sujetos a relaciones de poder, de mercado. El consumidor de la información, de la comunicación es víctima de la programación impuesta en los centros de control y en las capitales culturales. De allí la importancia de la creación de los laboratorios de producción de contenidos que la ubv-productiva está convocada a conformar. Pluriversos confluyendo en nuevos contenidos que confronten nuestros modos y estilos de vida y permitan construir a los seres que deben habitar un mundo nuevo, post pandemia tal vez, donde el humanismo predomine sobre las leyes del mercado de capitales. Basta de repetir lugares comunes, o conversaciones de carritos por puesto, como decimos en Maracaibo.
Para enseñar a
vivir debo dar ejemplo de vida, cierto, por la web puedo hacer
proyección de mi existencia, o de los múltiples otros que me
conforman y dar a escoger el guión a seguir. El que edita
selecciona, quien consume procesa, digiere. No está la mirada
cruzada, el escenario compartido, el tono de voz al momento, el
flirteo pendiente entre el auditorio. Desaparece lo sacro, lo místico
del hecho de llevar la palabra, de dar la cara y proponer el
compromiso. Será un acto mediado por las TIC. Aplausos.
Haremos hipertexto
de múltiples enlaces atemporales, desespacializados, ahistoricos,
desterritorializados y descontextualizados para ser usados en
cualquier tiempo, lugar y público. Persevero como analfabeto
digital funcional. Venezuela no es Caracas, aquí se nos quemó el
coco jugando metras en cualquiera de los mediodías de nuestra
infancia. Desde entonces andamos con el coco tostao, sin remedio. No
bastó la expresión corporal, la oratoria, la proyección de la voz,
la semiótica del color en el vestuario, ser docente exige más. Hoy
obliga a concentrar la mirada en una pantalla de siete por diez
centímetros, que incluye el teclado para esta escritura, mi hacer,
mis manos reducidas a la punta del dedo índice para decir, tecla a
tecla, algo de lo que pienso o quiero. Lo otro, lo que ebulle adentro
lo guardo, me lo reservo para otro momento.
¿Para cuándo el
libro? Si no es para ahora será para nunca. Otro ejemplo de
«busca-copia-corta-pega» no quiero, no me gustan, no me enseñan,
no me deja un grato sabor en la boca. Me resultan repugnantes. No
está el alma de nadie atrás, impulsos eléctricos zumbando por ahí,
esperando a ver a quien conectan. Tiene su público y se les respeta.
Prefiero las páginas en blanco, dicen mucho más.
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