Miguel Fuenmayor
@fuenmayormiguel
Ramón Matos
y Ana Alcira Fuenmayor (Alcirana)
Mi abuela que vivió más de 120 años, murió en 1997 esperando que llegara el agua
al sector El Curarire del Municipio Jesús Enrique Lossada. Siempre fue su sueño
tener agua para cultivar la tierra. Pero la carencia de agua no detenía su ímpetu
de agricultora; en su huerto había todos los árboles frutales conocidos, tanto que
mamá siempre le preguntaba a mis hermanos: ¿y ahora por que los corrió mamá? En
enero nos regañaba por las chirimoyas, en abril por los cajuiles, en mayo por
las ciruelas, en junio por los mangos, y así hasta llegar a diciembre.
Toda su vida la pasó comprando y almacenando agua. Ese derecho que Chávez escribió
en letras de fuego en la constitución del 99 llegó de la mano de los Consejos
Comunales 120 años después de la inauguración del primer acueducto de Maracaibo
en la esquina de la Iglesia Las Mercedes en 1.894. La abuela también construyó
tanques para almacenar la lluvia y poder regar sus frutales en tiempos de sequia,
dicha técnica hoy comienza a utilizarse nuevamente.
Recuerdo que cuando un tal Carlos Andrés Pérez visitó La Concepción,
regalando sombreros blancos de plástico y llenando sus pies de pintura blanca
para marcarlos en la carretera, ella fue al pueblo y le gritó: Traiga el agua.
Ese hombre prometió, pasó y se fue, como todos los de la IV República.
Lo que nunca pensó o soñó la abuela era que un hombre que no estuvo de
cuerpo presente en El Curarire traería el agua en menos de 10 años de gestión.
Ese hombre hoy, como ayer, parece estar en todas partes. Nos toca ahora a
nosotros, sembrar nuevamente el frutal de la abuela.
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