viernes, 10 de abril de 2015

De Maicou a Maracaaya o de la Chirrinchera al Bachaqueo

Verónica Pirela/Miguel Fuenmayor
@verorebonatto
@fuenmayormiguel 

Maracaibo ha cambiado su estampa. La calma como el sosiego al parecer nunca han sido características de estos lares. Bulla, agitación, movimiento, esa cosa febril de los intercambios humanos se dan en demasía.

Pero primo hoy miramos exacerbada al mil por ciento la avidez perniciosa de algunos residentes, así como la de algunos visitantes frecuentes. Las fronteras en demostración de lo imaginarias que siempre han sido, en estos tiempos de “bachaqueo”, se han desplazado laxas, acomodaticias a los bolsillos de unos y a las necesidades de otros.

Cuando vemos en plena avenida La Limpia de Maracaibo a las “bachaqueras y a los bachaqueros”, nos parece un paisaje nuevo, pero no lo es: solo vemos lo aparente... hay un mundo más allá, más antiguo que es necesario develar. Somos una ciudad diversa y por diversos en el “bachaqueo” no hay exclusividad étnica, ni de género, ni de jerarquías, ni social. Los Wayúus como los alijunas tanto de nacionalidad venezolana como colombiana han asumido roles a conveniencia según sea la oportunidad. En las colas las mantas Wayuu son muy visibles, entre colores y diseños hacen de mamparas donde se ocultan gente de paltó y levita, de uniforme con condecoraciones o sin ellas, tacones altos y ropa de diseñador.

Para hacer un poco de memoria 


Habrá que recordar que el vallenato se fue coleando en el oído de los Wayúus y los alijunas que venían en las Chirrincheras de la alta y baja Guajira o de Maicao, para después posicionarse entre los 90 y el 2000 en un amplio sector de la clase media maracucha. Lo mismo ha ocurrido con el contrabando y otras prácticas “pícaras”, que siempre han realizado todos los estratos sociales, pero que en la “clase media” se exaltan pues se consideran algo así como “corrupción de baja intensidad”, por lo que se asume como “normal”; un ejemplo actual de estas ligerezas son los “raspa cupos”.

El contrabando en los años 60 y 70, según cuentan sus protagonistas, era una práctica familiar de sustentación, se traía de Maicao queso, café almendra, chupetas, bocadillos de guayaba y mercancía seca. Las guajiras con más recursos eran “las camellas” que traían gran cantidad de telas y productos. “Las camellas”, vestían enormes mantas para ocultar gran cantidad de mercancía que amarraban a sus cuerpos. Muchos paisanos dejaron esta práctica comercial cuando llegó la marimba (las drogas y los billetes falsos), el cigarro, el whisky, “esto era cosa de delincuentes, de asesinos” expresan los ancianos.

En los 80 comenzó el robo de vehículos en el Zulia y también se le atribuyó a los wayúus, así poco a poco se ha ido creando la imagen del indígena como un delincuente con la “ayudita” de los medios de comunicación. Es de perogrullo la explicación del porqué es el wayuu culpabilizado de las peores mañas en el Zulia. A pesar de que eran los habitantes originarios, la Colonia los convirtió en el Otro, en los extraños, y esa estructura mental colonial no ha cambiado. El Wayuu por su fisonomía, su idioma, su vestimenta, por su olor, por su comida, se auto incrimina mientras salva a los otros, a los alijunas, de ser señalados.

Las etnias de la Subregión Guajira, se han caracterizado por realizar actividades de subsistencia, antiguamente entre los mismos indígenas wayúu, añú, taironas, entre otras. Luego con los colonialistas europeos (españoles, franceses e ingleses), en la época independentista y republicana, el comercio se mantuvo en las diferentes direcciones. En la etapa democrática se profundiza la relación comercial entre los indígenas y ciudades como Maracaibo, El Mojan, Cabimas, Machiques, Santa Bárbara y los pequeños poblados de los diversos municipios del estado Zulia. Más en la actualidad, en la IV República se incrementó el comercio fronterizo entre Colombia y Venezuela, practicado sin control de ninguna especie. Pero para que el contrabando se de los comerciantes indígenas han pagado a lo largo del trayecto del Zulia a la Guajira colombiana, tanto en los caminos verdes como en las vías públicas.

Hubo otro hito que dio inicio a una nueva etapa del contrabando o bachaqueo en el Zulia y que después se extendió a casi todo el país, ocurrió tras el golpe de Estado del 2002 y durante el paro petrolero del 2002 y 2003, donde las fronteras fueron abiertas de par en par para que los trashumantes de  siempre trajeran los productos comestibles y las bebidas para ese diciembre de pesadilla.

Los wayúu, especialmente los comerciantes informales tomaron las calles para abastecer a los hogares del Zulia y de casi todo el país. Se calculó para esa fecha que más de 1.500 vehículos movilizaron productos diversos desde Colombia, esta acción de atención a la población en la emergencia se olvida hoy muy fácilmente. Así mismo habrá que registrar en las crónicas del Zulia la participación de los wayúus en la derrota del paro petrolero, donde se sacó provecho del temor atávico que cierta clase social burocrática siente por éstos. Sucedió que en esos tiempos los autoproclamados meritócratas de PDVSA se habían atrincherado en la torre petrolera Miranda de la avenida La Limpia, pero al ver bajar de autobuses a cientos de wayúus que asistían a un acto convocado frente a esa sede petrolera salieron corriendo y dejaron abandonada su última trinchera.

Hoy muchos wayúus permanecen por horas en las colas de supermercados, pero no todos los wayúus [son bachaqueros] como se dice y se piensa. Lamentablemente los que sí, son los nuevos esclavos de los expoliadores invisibles que siempre han exprimido el alma y la sangre de los pueblos indígenas. Según los prejuicios de muchos, los wayúus son los culpables de toda la problemática del desabastecimiento que padecemos, pero si nos detenemos a observar bien las colas y a entender cómo funciona esta red que desangra al país entenderemos que el wayúu es solo la parte evidente que queda expuesta para ser señalada y culpabilizada, convertida en chivo expiatorio de nuestras propias responsabilidades ante un problema que nos atañe a todos.

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