domingo, 2 de septiembre de 2018

A TOMAR LA CALLE SE HA DICHO…


Por: Jesús Parra
Profesor universitario
Como forma heroica el pueblo empieza a tomar la calle, pero no como sinónimo de representación simbólica, sino como ejercicio social ciudadano, como sujeto que ve menoscabados y vulnerados sus derechos, y sale lleno con tal euforia, que la templanza de su propia condición humana les puede permitir.
Es que no nos está dado que continuemos detrás de las alverjas de nuestras casas, esperando que una mínima representación política, económica, social o de otra índole, pueda responder a nuestras más preciadas demandas. Somos nosotros, pueblo organizado, quien haciendo alarde y uso de nuestras atribuciones, responsabilidades y derechos, nos debemos disponer a derrumbar esas limitaciones y fronteras que nosotros mismos de momento hemos creado, y aquellas que han sido impuestas por siempre, y salir con pensamiento firme, con convicción y seguridad a defender lo que nos pertenece.
Ese es el principal llamado que ha hecho el gobierno nacional, y al cual nos debemos suscribir, como miembros de organizaciones comunitarias, sociales, y como pueblo en general, en línea con las políticas económicas emanadas, aprobadas y decretadas en el propio seno de la Asamblea Nacional Constituyente. No sólo se trata de ir en defensa del primer anuncio de precios acordados de 25 artículos y de su extensión de medidas hacia otros rubros; sino ir invistiendo nuestro pensar y nuestro accionar en pro de una disciplina revolucionaria y democrática, que nos garantice desprendernos de las embestidas imperialistas, y poder seguir así librando la batalla en el campo que nos corresponda.
En esta oportunidad le tocó a lo económico, que siempre ha sido un tema de gran interés, y bien acorazado, pero que por los vientos que soplan, y muy particularmente, los que comienzan a sentirse en el diario transitar del ciudadano (a) común, se comienza a despejar la maleza del manglar, donde, por acción profana de los emisarios del capitalismo, ha estado sitiada, aparentando ser intocable, muy lejos de quien verdaderamente la materializa y la sustenta. Ahora, luce un aroma sutil, porque empieza a recobrar esa sustancia viva, que sólo se la puede dar quien “administra la casa”, es decir, su gente.
Es así como se perfila esta “Gran Embestida Económica” que, a lo sumo, puede agregársele también el apellido de social, porque es eso precisamente de lo que se trata, un pueblo unido volcado hacia su respectiva transformación social.
De igual forma, el soberano, porque así ha de ser su condición, no puede permitirse ni darse el lujo de no vivir la experiencia de sentirse nuevamente dueño de las calles, de dar la acogida y bienvenida a las estrategias que emanan de su propia invención y de interpretaciones diversas sobre el tema económico, que se cruzan y circulan a velocidad vertiginosa, a través de una mensajería natural vecinal, que tiene su punto de ebullición en los periódicos encuentros comunitarios.
Porque es desde allí, desde la convocatoria comunitaria, desde el intercambio, el pareo, el debate, la réplica, sostenida por cada miembro de organizaciones, donde ha de librarse el primer combate. Tenemos que salir y estar convencidos que ha llegado la hora de nosotros.
No podemos, ni queremos seguir siendo apéndices de los mercaderes, y su imposición de precios, como mejor les venga en gana, y por ello, nos toca seguir avanzando de manera organizada, y acompañar los procesos de inspección y fiscalización de precios en comercios y locales, y hacer sentir nuestra presencia con nuestro grito de guerra en contra de la especulación, y desde el epicentro de las comunidades; ya que el mejor ejemplo y la primera acción comienza desde casa.


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