lunes, 27 de julio de 2015

Mensaje e imagen: marco para las relaciones de género

Yamira Acosta
61yacosta@gmail.com

Los elementos clave en la dinámica cotidiana desde donde es posible traslucir las relaciones de género son el mensaje y la imagen.

Estos representan recursos fundamentales en la elaboración de contenidos que determinan el sentido del mensaje, al tiempo que posibilitan un mayor margen para el análisis y la elaboración de propuestas que conduzcan a resignificar el mundo desde la perspectiva de género, en el entendido que la referencia se orienta hacia la praxis concreta de hombres y mujeres, en el proceso que implica los cambios y las transformaciones sociales.

El lenguaje es la forma que se utiliza para expresar como es entendido el mundo. Es ese sentido dice Habermas que éste es un sistema de actos simbólicos con la que se desarrolla una visión de la realidad e interpretación de la misma, ya que este es el modo por excelencia de movernos en el mundo, es decir, de interactuar socialmente en una comunidad. Mediante el lenguaje se transmiten informaciones, conocimientos, se comunica y piensa, por lo que Núñez y Cortiguera se refieren a éste como un espacio simbólico importante que conforma la mente y el comportamiento humano, que está determinado por el sexismo y androcentrismo.

El lenguaje transforma la conciencia humana porque permite el desarrollo de nuevas formas de pensamiento y la adquisición de conocimientos. Es importante destacar que las distintas formas del lenguaje responden a maneras sexistas y androcéntricas, por lo que el diálogo establecido entre los géneros está marcado por la invisibilización, la exclusión y la subordinación de las mujeres, partiendo del hecho de lo que no se nombra no existe. Asimismo, lo que mucho se nombra puede parecer que es lo único que existe. Esta situación se presenta al momento de referenciar a las mujeres y todo lo que a ellas implica.

El lenguaje y la imagen plantean un reto a las sociedades del mundo, de la cual no escapa la nuestra, como es erradicar el androcentrismo. Esta categoría da pie a considerar a los hombres como sujetos de referencia y a las mujeres como seres dependientes y subordinados a ellos. El hombre como sujeto social es el centro y la medida de todas las cosas.

Los errores más frecuentes del androcentrismo son el uso del género gramatical masculino, como genérico para hacer referencia tanto a hombres como a mujeres y la presentación del hombre como el único centro de acción, mientras que a las mujeres son mostradas como dependiente o subordinada. Sobre este ejemplo cotidiano se podrían desarrollar miles.

Por su parte, el sexismo es la asignación de valores, capacidades y roles diferente a hombres y mujeres exclusivamente en función de su sexo, desvalorizando todo lo que hacen las mujeres frente a lo que hacen los hombres, que es lo que está bien, lo que tiene importancia.

Ante esta realidad se plantea un lenguaje alternativo, basado en la dialogicidad, sustentado en sus elementos constitutivos, que de acuerdo a Freire son la acción y la reflexión, para lograr liberar de las formas de opresión al ser humano, que permita su transformación y finalmente se haga libre.

Urge entonces liberar el lenguaje del androcentrismo y sexismo predominante y utilizar un lenguaje equitativo en el que se reconoce, valora y respeten, en la convivencia, mujeres y hombre como protagonistas ambos de la construcción de la sociedad justa, solidaria y de iguales

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