Comunicación en tiempos de guerra
Realizado el sábado 20 de abril de 2019
en el Centro Cultural Juan de Dios Martínez, municipio San Francisco
José Javier León
joseleon1971@gmail.com
Tengo un tiempo trabajando la relación de la comunicación con la memoria y el territorio partiendo de algo muy sencillo, que puede ayudarnos a pensar más cosas. Se trata de lo siguiente: el capitalismo tiene un objetivo central, que es el que le permite el que todos conocemos, a saber la acumulación de riquezas. Sin embargo, lo que digo es que previo a este tiene un objetivo central: destruir la memoria de la humanidad, la memoria de los territorios y por ende de la gente. Por eso, objetivos militares son: bibliotecas, museos, los grandes y más importantes edificios, y por supuesto las personas que tienen o guardan la memoria de sus pueblos: líderes espirituales, religiosos, sabios en el manejo de la palabra, como los pütchipü'ü o palabreros. Esto tiene la finalidad de que las poblaciones queden sin referentes, esto es, sin a quién ni a qué acudir, sin poder dirigirse en un momento de conmoción a un lugar específico porque desapareció, o porque ha sido borrado o derruido. El capitalismo busca que las personas pierdan los lugares de referencia y, cuando eso ocurre, quedan desorientadas y por tanto vulnerables, pues no pueden acudir por ejemplo a sus líderes espirituales ni pueden ir a un lugar donde pudieran reencontrase y reconstituirse. Esa destrucción sistemática la practican en guerras declaradas o en guerras no convencionales, las cuales por cierto, siempre han existido.
La guerra no convencional antecede a la guerra regular o convencional, a la intervención militar con disparos y bombas. La que vivimos es una guerra de ablandamiento, como la que se practica a un país sitiado como se sitiaban antes castillos y fortalezas, o ciudades enteras. La mitológica guerra de Troya fue un sitio de 10 años y Homero la cantó en el siglo IX a.C., cuando ya era memoria oral. Sólo cuando la ciudad ya no se puede sostener ocurre la ocupación. No estamos pues, ante un escenario novedoso.
La humanidad siempre ha buscado autodestruirse, tal vez por un extraño sentido tanático, un amor por la muerte que parece acompañar la condición humana. Por eso pienso que debemos ver la actualidad con un sentido antropológico pues ciertamente, lo sociológico aunque está candente, si tratamos de reflexionar debemos ir más allá y por eso, creo, ir a lo antropológico.
Estos encuentros, esta necesidad que tenemos de hacer un control de daños y un control espiritual, nos sirven para ver cómo está avanzando en nosotros el conflicto. Por eso me parece fundamental traer a la reflexión cómo el capitalismo ataca la memoria. ¿En ese escenario qué nos toca hacer? Sin duda, fortalecer la memoria, trabajarla. Pienso al respecto que EEUU ha cometido algunos errores, como lo cometieron en Siria, en Irak, naciones milenarias. Han cometido el error de medirnos con su rasero tecnológico. En sus círculos pensantes debieron prever que si nos quitaban la electricidad y nos quitaban el acceso a la tecnología, que sin duda es, para ellos una adicción, un fenómeno que han estudiado por años, caeríamos en una suerte de estado de crispación por abstinencia o algo así, una suerte de colapso emocional que desencadenaría brotes de violencia en cadena. De hecho, cuando inició este conversatorio la compañera Tania partió de lo tecnológico mostrando una serie de equipos reproductores, grabadores y de telefonía que por algún tiempo fueron hitos tecnológicos. Ese cálculo lo hizo la inteligencia norteamericana pero en nosotros, que somos caribe, indios, negros, que tenemos una memoria popular, se activó exactamente lo contrario.
Activaron la resistencia, lo que apenas una generación atrás nos constituye. Mi papá, por ejemplo, creció criando cochinos. Es decir, lo campesino (un mundo fundamentalmente no eléctrico) lo tenemos en la pata de la oreja. Muchos son campesinos, es decir, están vinculados directamente a la tierra, vale decir, a la memoria, al madrugar para aprovechar el sol desde que nace y acostarse como dicen, con las gallinas. Se trata entonces de un error de cálculo que, o bien puede prolongar la guerra en tanto se prolonga el sitio, como también tomando conciencia de este potencial vinculado a la tierra y a la producción en el campo, puede convertir el sitio en otra cosa e incluso, llevarnos a ganar la guerra, por cuanto habremos tomado plena conciencia de nuestros propios y soberanos procesos.
Con respecto a lo estratégico de la comunicación, he pensado que nuestros gobernantes se equivocan cuando ocultan o se reservan información, muy al contrario creo que deben informar. Yo pienso que hay que decir la verdad. La gente no se merece, por un asunto de cálculo político, desconocer la gravedad del asunto. Si eso lo hubiera hecho Fidel la revolución cubana hubiera caído. La conciencia del pueblo cubano viene de que Fidel informaba con números pormenorizados el estado de la guerra. Lo que sostiene al Che no es la iconografía capitalista sino que decía la verdad. Y la podía decir porque tenía moral para ello, porque era inflexible y justo. Nuestros gobernantes en cambio, calculan demasiado y se equivocan. Tienen que informar y cuentan con los medios para hacerlo.
Por otro lado, he pensando que los gobiernos deben cumplir esa suerte de mandato de Jesús de optar y comenzar por los más débiles. Creo que un gobierno revolucionario debe partir de esa lógica cristiana de que los últimos sean los primeros, porque muy al contrario he visto que las zonas populares, al oeste de la ciudad, o bien algunos sectores llamados periféricos (cuando no marginales, por vivir al margen del… derecho a la ciudad, a la salud, a la educación, a la cultura...), son discriminados en el acceso a los servicios. Ciertamente, cuando servicios en crisis como en este caso el eléctrico comienzan a ser medianamente controlados, estos sectores resultan más golpeados con horas de racionamiento más largas que los del norte de la ciudad, donde por cierto vive menos gente pero donde se consume y derrocha más electricidad. Parece instruirse que deben resistir y aguantar los más pobres. Una lógica perversa, no sé decir si maquiavélica.
Eso es parte de lo que mencioné arriba como “cálculo político”. El pueblo sin embargo, noble, se moviliza y ha votado mayoritariamente a favor de la revolución en distintos eventos electorales, a pesar digo, de ser sistemáticamente golpeado en escenarios como el actual, porque no es nuevo que son esos sectores los que más llevan. Responde ello a ese cálculo, como también, a un uso perverso de la comunicación institucional puesto que se protegen y privilegian intereses contrarios a los del pueblo.
Asistimos también a un renacer, producto de la guerra, de cosas que teníamos perdidas, que tienen que ver con la memoria y que nosotros desde nuestros espacios, desde nuestros sitios de trabajo y trincheras, tenemos que impulsar y dar la mayor de las fuerzas, entendiendo que en ellas se concentra la vida. Cuando llega la noche y llega la oscuridad, llegan la voz del anciano, la voz de la abuela, la voz de la experiencia, llegan los cuentos, llega la lectura nocturna con velas o linternas y se extiende la posibilidad mágica de la noche, se hace presente y presencia la vida. Yo leí a un filósofo alguna vez comentar que los japoneses cultivaban la oscuridad, la noche, lo oscuro para tener encuentros con lo esencialmente humano*. Los gringos pues, se equivocaron. Pretendieron quitarnos la tecnología y nos entregaron la noche, y la noche es la maravilla. Nuevos amigos, reencuentro con los vecinos, solidaridad, noviazgos, porque en la noche se cultiva el amor y la amistad. Eso es maravilloso, pero debemos saber conscientemente que todo ese mundo inexplorado está ahí, a flor de cotidianidad.
Finalmente, debemos hacer todo lo posible para que nuestros gobernantes e instituciones entiendan que tienen que informar. La información y la verdad por dura que sea, tiene que venir acompañada de acciones de gobierno. Porque el pueblo está resistiendo por su naturaleza, por su ascendencia negra, caribe, campesina, indígena. Pero tenemos que incorporar todo eso a la conciencia, convertirlo en programa y llevarlo a la escuela, a los liceos, a los talleres, incluso, aunque haya luz, hay que hacer la noche. ¿A qué me refiero? Al cultivo de la palabra y la memoria. Debemos llevar la palabra a los medios y aprender a producir comunicación como memoria. Tenemos que lograr que sea atractivo, pues resulta muy atractiva la noche, ahora bien, cómo llevamos la noche a los medios entendiéndola claro está, como una dimensión mágica y profunda. En otras palabras, cómo llevamos la memoria a la radio, las redes y la televisión para construir la vida.
En síntesis, planteo que sólo podemos resistir si nos salimos de la lógica de producción, distribución y consumo del capitalismo.
Igualmente, es muy importante organizarnos a partir de la verdad que sabemos, que podemos saber y descubrir con la organización popular y sus equipos de estudio e investigación, porque ciertamente, la verdad es una construcción colectiva.
Lo otro que no debemos perder de vista es que estamos embarcados en una guerra civilizatoria, que formamos parte de una guerra del capital. Se están moviendo las placas tectónicas del poder mundial, está reapareciendo la antiquísima Ruta de la Seda, y con ella unas riquezas enormes de las que no tenemos dimensión. Una extensa región del mundo está pasando a concentrar el poder económico, amén de que cuenta con la mayor cantidad de población del planeta y de todo eso, apenas si tenemos noticias. Nuevos y enormes bancos están desplazando a la banca sionista, norteamericana y europea. Esa realidad emergente no la puede parar EEUU, con sus presiones, chantajes y aspavientos. Muy probablemente ya no cuenta con la capacidad militar ni productiva para detener lo inevitable, además porque hace años, precisamente por su afán desmedido de riquezas, trasladó sus capitales golondrinas al Asia y a otras regiones del planeta buscando mano de obra barata. Además, tiene una deuda astronómica impagable por lo que estamos ante un país quebrado y peor aún, moralmente quebrado, que ya no puede erigir su hegemonía ni con más Hollywood ni campañas pronorteamericanas.
Nosotros somos víctimas, por estar en este hemisferio, de esa vocación de llamarnos “patio trasero” producto de esa Doctrina Monroe que según Bolton está viva y muy viva. Pero se trata de bravuconadas. Debemos pues, saber que estamos en una situación límite que incluso podría arrasarnos, pero no podrán hagan lo que hagan detener la realidad emergente. Venezuela es hoy por hoy un proveedor seguro de petróleo para China y otros países en crecimiento, además somos una potencia en gas y oro, y el oro volverá a ser respaldo para la diversa canasta de monedas del nuevo orden económico, pues el dólar va a desaparecer como moneda de referencia, como de hecho ya está ocurriendo.
Ahora bien, somos actores y protagonistas en todo esto y sólo la conciencia podrá salvarnos. Debemos aprovechar esta coyuntura para concentrarnos en la palabra, en la construcción colectiva de la memoria y desentrañar la síntesis que ya mencioné: resistiremos si y sólo si escapamos de la lógica del capitalismo.
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En
un fragmento del artículo, se lee: "El
capitalismo también prohíbe las horas oscuras y
para eso tiene que incendiar el mundo.
El capitalismo prohíbe el aburrimiento y para eso tiene que impedir
al mismo tiempo la soledad y la compañía ¡Ni
un solo minuto en la propia cabeza! ¡Ni un solo minuto en el mundo!
¿Dónde entonces? ¿Qué es lo que queda? En el mercado, donde la
televisión está siempre encendida, donde la música está siempre
sonando, donde las luces siempre destellan, donde las vitrinas están
siempre llenas, donde los teléfonos celulares están siempre
llamando, donde incluso las pausas, las transiciones, las esperas,
nos proporcionan siempre una emoción nueva. El capitalismo lo tolera
todo, menos el aburrimiento. Tolera el crimen, la mentira, la
corrupción, la frivolidad, la crueldad, pero no el tedio. Berlusconi
nos hace reír, las decapitaciones en directo son entretenidas, la
mafia es emocionante. Eso que el filósofo Stiegler ha llamado la
“proletarización del tiempo libre”, es decir, la
expropiación no sólo de nuestros medios de producción sino también
de nuestros instrumentos de placer y conocimiento,
representa el mayor negocio del planeta.
El
capitalismo y su industria del entretenimiento construyen todo lo
contrario de una cultura del ocio. En griego, ocio se decía
“skhole”,
de donde viene la palabra “escuela”. Pero a nosotros nos
divierten, nos entretienen, nos distraen.
Y sin embargo, el primer espectáculo, aquel que define al ser humano como precisamente humano, aquel del que ha surgido todo lo que hemos hecho y todo lo que somos, tiene que ver con la oscuridad y la quietud.
Y sin embargo, el primer espectáculo, aquel que define al ser humano como precisamente humano, aquel del que ha surgido todo lo que hemos hecho y todo lo que somos, tiene que ver con la oscuridad y la quietud.
(…)
Para nosotros, nunca llega a hacerse realmente de noche, de manera
que hemos perdido la posibilidad de ver la Vía Láctea; es decir, la
galaxia en la que habitamos y que nos permite orientarnos en el
cosmos. Nuestros cielos son tapas o valvas que ocultan el firmamento.
Como moluscos, estamos encerrados dentro.
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