José Javier León
https://twitter.com/joseleon1971_
La lectura en la
escuela debe incorporar la linealidad espacio-temporal en la medida en que la
percepción consciente de la realidad no ocurre hipertextualmente sino antes
bien, una cosa tras otra, un elemento tras otro, paso a paso y poco a poco.
Tal vez sea un tema demodé sin embargo me resulta apremiante:
la lectura es una práctica que debe ser observada antropológicamente más allá
del hecho cierto, empíricamente comprobable, de que hoy nuestros niños, niñas y
adolescentes, leen más, o al menos, lo hacen durante buena parte del día. Pero:
qué leen y cómo lo hacen. ¿Leen como leíamos, o como aún leemos nosotros, los
que tenemos más de 35, más de 40 años? La respuesta obvia es: no leen como
nosotros.
En efecto, nosotros estamos no sé si aferrados, pero en todo
caso familiarizados con el objeto libro, el cual demanda ser leído digamos “de
corrido”, de principio a fin, de hecho ciertos libros desprenden una suerte de requisitoria:
debes leerme entero, sin saltarte páginas, concentradamente. No pocas veces
algo como un tabú nos obliga a no desprendernos del libro sin antes marcar por
dónde vamos exactamente de modo que, al volver podamos reiniciar la lectura exactamente
donde fue interrumpida.
Se trata claro está de una cultura o de un cultivo de la
linealidad, que sin duda formó parte ¡por miles de años! de los grupos humanos
que desarrollaron la escritura como memoria física a la hora de complejizar las
relaciones con la realidad, con los otros, con el mundo.
No obstante, esa necesidad de linealidad ya no parece ser tan
urgente, y creo incluso que los jóvenes no la conocen al menos como nosotros.
En efecto, para ellos la lectura es no-lineal (espacial, la llaman), pueden ir
de un lado a otro con la velocidad de un clic, saltar, volver, hacer
desaparecer para siempre un texto que consideraron efímeramente importante,
porque lo que están buscando –siempre están buscando algo- no está
estrictamente en lo que están leyendo sino que va cobrando forma en un espacio
hipertextual no apegado a texto alguno, y que podemos describir como ideas en
enjambre que semejan cuasi sensaciones, conceptos visuales, no siempre
articulados a palabras, y que éstas ciertamente ayudan a construir pero que no
depende de ellas. Estamos hablando además de lecturas que prescinden de las
marcas, de los subrayados, incluso de las citas. Lecturas que incluso
prescinden de los autores, o en la que estos no tienen mayor importancia.
En efecto, son textos que aunque referencien una autoría ésta
deja de ser determinante o decisiva. Los autores desaparecen progresivamente
porque lo que interesa es eso que leen y que una vez leído desaparece con la
misma facilidad y gratuidad con la que apareció.
Esto que intento describir tiene, a mi entender,
consecuencias tremendas. Promueve una forma de entender el tiempo y el cuerpo
que actúa decisivamente sobre el diseño de la cotidianidad. Nuestro cuerpo,
creo, no está adaptado en términos antropológicos e incluso biológicos, a una
concepción virtual de la realidad. Necesitamos no exactamente una lectura
lineal pero sí una que nos reconcilie con los ritmos del desarrollo de la vida
orgánica.
Me explico. Nosotros podemos desarrollar una lectura (para un
cuerpo) virtual o viceversa, pero sí y sólo sí materialmente, tenemos resuelta
la existencia. Porque podemos tener la idea –errada- de que los alimentos o la
ropa responden a la misma no-linealidad a la que nos tiene acostumbrados el
mundo virtual de hoy con sus superficies y plataformas inteligentes, de hecho
hay como una promoción de la vida desapegada y aséptica que hace invisibles por
ejemplo, a los campesinos y campesinas, convirtiéndolos en seres exóticos,
personajes de un tiempo remoto y desconocido. Pero, una cosa es el consumo de
bienes y servicios y otra cosa muy distinta, su producción.
Es en la producción donde las causas iniciales y finales
tienen su apoyatura aristotélica. En efecto, podemos pensar mundos cuánticos y
de hecho a nivel subatómico el tiempo y el espacio son muy distintos al tiempo-espacio
experienciado macroscópicamente. Mas la producción de alimentos, por ejemplo, o
la producción de la casi totalidad de los bienes materiales, responde a
estructuras temporales que manejan comienzos y fines regulares y determinados.
Por demás, no son pocos los problemas de salud que se derivan
por ejemplo, de alterar el ritmo y el flujo natural de los procesos orgánicos.
Pero lo que me interesa resaltar es que esta concepción del
tiempo no lineal e inorgánico, cónsona con la lectura “en el plano electrónico”
(pág. 132)[1]
que practican nuestros niños y adolescentes, se traduce en una incomprensión
estructural de los procesos naturales u orgánicos que hacen parte de la vida
material. Dicho de otro modo –y para seguir con el mismo ejemplo-: es imposible
producir alimentos siguiendo una lógica no lineal.
El cuerpo que se adopta, que forma y adapta a la lectura
electrónica es un cuerpo que comienza erróneamente a suponer que todo cuanto sucede es no lineal y que ocurre
en un tiempo espacio puramente virtual. Esta forma de alienación es altamente
peligrosa porque oculta procesos productivos esenciales para la vida. Para
decirlo de otro modo: los lectores electrónicos pudieran creer sin alternativa
que los alimentos que compran en el supermercado son así, empacados, plastificados, deshidratados, procesados sin haber
pasado por un proceso orgánico previo, relativamente lento, pero en todo caso, lineal
y progresivo.
Insisto, la lectura en la escuela debe incorporar de alguna
manera la linealidad espacio-temporal –o lectura textual- honda, detenida,
meditada, dado que la percepción consciente de la realidad no ocurre
hipertextualmente sino antes bien, una cosa tras otra, un elemento tras otro,
paso a paso y poco a poco; nuestro cuerpo percibe todo –holísticamente- pero conscientemente discriminamos,
seleccionamos, elegimos, establecemos planos. ¿Precisamente, no presentan
nuestros estudiantes problemas para jerarquizar, para crear conjuntos y,
finalmente, para pensar? ¿Qué es pensar sino sopesar?
La lectura es antropológicamente hablando, una práctica que
nos exige el cuerpo situado en el tiempo y en el espacio. Cuando en la Metas Educativas leemos que se
debe Ofrecer un currículo que incorpore
la lectura y el uso del computador en el proceso de enseñanza y aprendizaje (pág.
152), acotamos que la lectura debe contemplar de manera equilibrada la
linealidad textual que hemos venido comentando, acompañada del computador que propicia
el viaje, las relaciones, las desjerarquización, la lectura abierta. El libro y
el computador son dos experiencias antropológicas distintas: el primero exige
la unión del cuerpo y el tiempo y su viaje es interior y profundo; el
computador tiende a prescindir del cuerpo y promueve una lectura repartida en
el espacio, llena de signos que se interconectan en la superficie. El libro le
da forma al pensamiento y sus relaciones son de alguna manera centrípetas; el
computador al contrario, nos ayuda a establecer relaciones centrífugas.
Comparto entonces con el libro de las Metas Educativas 2021[2]
que “El avance de las tecnologías de la información y de la comunicación no
puede olvidar el importante papel de la lectura de textos en los aprendizajes escolares.
La lectura facilita conocer otros mundos y otras realidades, encontrar nuevos
sentidos e interpretaciones de la vida, de la cultura, de la sociedad y del
mundo.” (Pág. 114) Pero la lectura no ha de ser sólo puerta al conocimiento
sino práctica que nos ayuda a descorrer las formas del tiempo y el espacio
donde la vida se gesta.
La lectura –lineal- nos confiere un cuerpo localizado en una
instancia tempo-espacial de la vida, tal como es percibida conscientemente. Necesitamos
para ser humanos, que el tiempo pase…, pero sobre todo sentir su paso en el
cuerpo sedente.
[1] Metas
Educativas 2021, descargar en http://www.oei.es/metas2021.pdf
[2]
Descargar en http://www.oei.es/metas2021.pdf
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