Fotos: Jenny Farías Suárez
Texto: Luis Ángel Barreto
Lo natural ha estado emparentado con lo
obsceno, con lo que debe circunscribirse al
recinto cerrado, al cuarto de baño, a la
oscuridad. Los actos cotidianos al parecer
no tienen trascendencia, están en el revés
de la Historia, sufren la omisión de todo
relato, de toda obra pensada para la
posteridad. Mucho de lo real y lo
aparentemente vano se deja caer como agua
residual para intentar conservar sólo lo
entendido corrientemente como
significativo y extraordinario. Esta serie de
retratos de Jenny Farías constituye una
ventana hacia esas realidades solapadas.
Nos asomamos a la cotidianidad de cinco
mujeres en una doble desnudez. Por un
lado, el cuerpo sin el antifaz, con su
superficie última, original, asombrosa; el
olvidado cuerpo. Y por otro, la desnudez de
la escena, el mundo por dentro abierto a los
ojos en la tranquilidad doméstica, en el
silencio de la escala de grises. La aparición de estos cuerpos es necesaria en tiempos en los que estos desaparecen o se reducen para convertirse en un lugar común, un cliché concertado entre el absolutismo de la moda y el tedio del estereotipo. Esto nos recuerda la contradicción de un cuerpo sin detalles, una piel sin superficie en la era de la alta definición. Las nuevas tecnologías de la imagen, con su altísima resolución, muestran una epidermis desaparecida, un borrón; tecnologías de punta para mostrar un vacío.
Estas cinco mujeres nos muestran sus espacios íntimos: aquellos por donde caminan sus pies, y aquellos por donde deambulan sus historias, sus recuerdos, sus horas. Aprovechemos el privilegio de asomarnos por estas rendijas y presenciar el esplendor de estos actos cotidianos, que tienen en sí la belleza de los árboles, la paz de las lagunas, la luz.
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