viernes, 1 de mayo de 2015

La Libertad Social

Confesiones de un burgués, bello, humilde y protestante 


Eduardo Mármol

tutas1 3@gmail.com

La libertad de uno es propia de mí, de yo; mía exclusivamente, y todo aquel que no entienda y comprenda que la libertad es mi propiedad privada, está pelando una bola. Puedo dedicarme a cualquier actividad, acción, campaña, sin que ella esté enmarcada en la legalidad, y sin importarme para nada si mi actuación es contraria al interés general de los oprimidos, que en el capitalismo son las mayorías, y tienen que ser cada día más esclavos, porque el sostenimiento de mi libertad privada los empobrece, y los vuelve cada día más miserables; eso satisface mi ego de burgués, y me hace feliz. 

La libertad es un asunto privado de mi absoluta incumbencia, no tengo la culpa de que el proletariado se coma todos mis cuentos y no haya sido capaz de edificar la libertad de su clase, la libertad social que desconocería mi privacidad. 

Esa libertad social reconocería mi libertad, pero en condición de igualdad con todos los miembros de la sociedad, todavía dividida en clases, pero eliminando los privilegios de la privatización de todo en función de mi beneficio, y eso sí que es pajúo, chimbo y marginal. 

No me interesa cuidar el equilibrio del medio ambiente, si la preservación de esa paja disminuye las ganancias de mis negocios, no olviden que soy bello, humilde y protestante. 

Yo sé que las colas en Venezuela pronto van dejar sin comida al pueblo trabajador esclavizado por yo; que ese ha sido uno de los mejores negocios que hemos podido montar, desde el pentágono. No importa cuánta comida pueda comprar el gobierno, nosotros estamos en capacidad de comprarla con millones de bachaqueros venezolanos que nos ponen la mercancía en Maicao o en Cúcuta, a esos desclasados los hemos disociado esmeradamente; ahora le echan la culpa a la Revolución Bolivariana del desastre de los precios inalcanzables para los salarios que antes eran muy buenos y ahora son pésimos frente a la inflación que hemos impulsado. Están súper contentos con los 3.000 bolos que le damos para hacer cada cola, a algunos les alcanza el tiempo para comprar tres veces. 9.000 bolívares en el día, ¿cuándo habían ganado tanta plata esos marginales? 

Queremos montar un fascismo en Venezuela para impedir cualquier brote de libertad social; haremos sudar a los bachaqueros que disociamos y que tanto nos ayudaron a tumbar al gobierno bolivariano, despertarán en la miseria viendo los estantes de todos los súper repletos de comida y artefactos, sin poder comprarlos, como en Colombia y en Chile. 

“Ay qué bonita es esta vida…” dice una canción de Rocola. Qué bien me siento con la libertad, mía, propia de mí. 

Así los quería ver, sin poder comprar comida, artefactos eléctricos, cauchos, baterías, repuestos para cualquier vaina; ah… ni mucho menos un carro nuevo, eso es imposible, para cualquier trabajador. Continuamos con la operación “Compra a Venezuela” pagamos precios elevados con el dinero que le robamos al diferencial cambiario bolívarpeso, en este momento estamos dando diez pesos por el bolívar que vale 422 pesos. Qué mantequilla, eso nos proporciona el dinero suficiente para comprarlo todo a un alto precio que queda instalado como legal, de tal manera que en el futuro inmediato, solo podríamos comprar nosotros. 

Todo ha sido muy fácil en Venezuela, no hemos dado todavía el golpe de Estado, pero tenemos el poder de hacer lo que se nos dé la gana. Mandamos para el cipote la libertad social. 

Y que nadie se meta con mi libertad.

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