De
Eloy
Altuve Mejía
Universidad
del Zulia. Ediciones del Vice Rectorado Académico
2011.
Pp. 120
Por: José
Javier León
“Consideramos
que América Latina y el Caribe deben avanzar
hacia la
construcción colectiva de modelos de ocio y tiempo libre,
centrados en
la reivindicación y cultivo de la condición humana
y capaces de
garantizar la participación de toda la población”
Eloy Altuve
La claridad
metodológica se agradece y Eloy Altuve Mejía la presenta en las
primeras de cambio. Sin perderse en abstracciones, apunta al
“presupuesto”, el verdadero -el real diríamos nosotros, en el
mundo gris de la gerencia burocrática- “plan de acción político
y administrativo”. La asignación de recursos refleja -dice- “con
fidelidad” “la orientación ideológica del gobierno” (p. 18).
Sobre esta base, el libro de Eloy avanza revelando el estado de la
cuestión deporte en la primera década del gobierno bolivariano.
Dime cuánto
inviertes y te diré qué orientación tienes y qué buscas. Igual
como revela la intención (del libro y del gobierno), también se
dejan ver las contradicciones y en especial las tensiones, porque
ciertamente “los valores y conductas del deporte mundial en su
dinámica ordinaria, actualmente, son -en esencia- opuestos o
contrarios a los sustentando por la política deportiva del estado en
Venezuela” (p. 78).
Pareciera que el
punto es el siguiente: cuánto se destina al deporte, cuánto a la
educación física y cuánto a simple y llanamente, jugar. “Es
conveniente destacar, afirma Eloy, como festividades, celebraciones,
reuniones sociales, juegos… creados y recreados por la gente de
América Latina y el Caribe a través de la historia, han disminuido
progresivamente su importancia social con respecto a la aparición y
crecimiento progresivo del protagonismo del deporte: han sido
eliminadas; se ha reducido su duración; se han readecuado y
articulado con el deporte” (p. 96)
Porque el
deporte, apunta Eloy, aquí y en su extensa investigación sobre el
tema “hoy tiene una, dinámica y orientación, sustancialmente
distintas a la educación física y a la recreación; su esencia es
distinta, independientemente de tener elementos comunes” (p. 31).
Para cerrar con este latigazo, deducido de la lectura atenta del
artículo 111 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela: “los conceptos de educación física y recreación
aparecen como accesorios y complementarios, apéndices del concepto
matriz: deporte” (p. 18)
¿Qué implica
ello? En principio, que una cosa se dice y otra se hace, o en este
caso que una cosa es la letra de la ley y otra la realidad, la praxis
y la política. Advierte el investigador: “los valores y conductas
del deporte mundial en su dinámica ordinaria, actualmente, son -en
esencia- opuestos o contrarios a los sustentados por la política
deportiva del estado en Venezuela” (p. 78). En este debate
precisamente se mueve el breve pero dinámico libro de Eloy Altuve.
¿Hacia dónde se orienta? Hacia la des-portivización de lo lúdico,
en efecto, “oponerse rotundamente a que el juego adquiera la
lógica, orientación, valores y dinámica deportiva” (p. 103)
Aunque el
concepto “deporte” priva o prevalece, será con Barrio Adentro
Deportivo que “por primera vez en la historia del país se
establece la posibilidad real de incorporación de la mayoría de los
venezolanos a una actividad física deportiva, recreativa y de
prevención de la salud, de una manera regular, sistemática y con
basamento científico-técnico especializado” (p. 32). Y ello hace
parte del planteamiento de que hacer deporte supone de alguna manera
construir el socialismo, sobre la base -por confirmar, precisamente
es lo que busca Altuve- de que “La práctica sistemática del
deporte y demás actividades físicas y recreativas vinculadas con la
salud, contribuyen con el desarrollo integral del ser humano, mejoran
la calidad de vida y elevan el rendimiento del deporte competitivo
nacional” (p. 41)
Al respecto, el
cuadro publicado en la página 43 puede resultar revelador: los más
altos puntos de inversión, casi 10 millones de dólares para la
época se dedicaron al programa de Barrio Adentro Deportivo y al
Centro Nacional de Ciencias aplicadas al deporte. Le siguió en
inversión el deporte estudiantil con más de 8 millones de dólares
y la Copa América 2007 con 7 millones 500 mil dólares. Por lo visto
hay una correspondencia con el objetivo del BAD: “Propiciar el uso
positivo del tiempo libre, combatir el ocio y la violencia, atacar de
forma integral los factores que generan la degradación biológica,
social y sicológica del ser humano, a través de un programa que
busca articular ciudadanos activos, saludables y organizados para
desarrollar sus talentos y capacidades físicas e intelectuales, con
el propósito de afrontar la reconstrucción integral de la Patria”
(p. 50) En otro cuadro leemos que la más alta inversión, un poco
más de 10 millones de dólares, se dedicaron al Poder Deportivo
Comunal en Barrio Adentro, en contraste con los aportes más bajos
dedicados a la Corporación Deportiva Venezolana Empresa, con 500 mil
dólares y la Participación Ciudadana y Control Social en la Gestión
Deportiva con un poco más de 130 mil dólares. Al respecto concluye
Altuve: “Se mantiene -en el lapso estudiado- la creciente inversión
del Estado en deporte, la más alta en términos absolutos y
relativos en la vida democrática del país” (p. 79), amén de que
se ha mejorado “la capacidad organizativa y la formación, con la
incorporación de sectores sociales tradicionalmente excluidos, con
el impulso a la participación de la mujer y a la organización
comunitaria” (p. 80)
Decimos con
Altuve, a la altura de la página 77 que, “Destaca como positivo y
novedoso en la política deportiva del Estado, explícitamente
enmarcar sus definiciones en el proyecto de sociedad que se pretende
construir, en el socialismo del siglo XXI”. Como también se dejan
ver ciertos detalles, la preponderancia que en algún momento se le
otorga al término “actividad física” desplazando al
constitucional de “educación física” (p. 77). De acuerdo al
balance crítico general, no poco se debe hacer para ir más allá de
la ideologización de los medios de comunicación que se han
encargado de difundir la idea -de la que participan sin lugar a dudas
los altos voceros del gobierno en lo que al tema se refiere- de que
el deporte “es un espacio social universal positivo, de
igualitarismo absoluto, en contrapartida a las aberrantes diferencias
en producción, consumo y disfrute de bienes existente entre las
naciones y entre las clases sociales y sirviendo de justificación de
tales desigualdades” (p. 79).
Y como víctima
de la campaña y la ideologización mediática, el deporte nacional
(sobre todo el llamado de Alto Rendimiento) tiende a perder -salvo
algunas excepciones- la perspectiva de la inversión, el trabajo
lento, concentrado y tenaz. En efecto, Altuve, con números,
desencanto, preocupación y responsabilidad afirma que en nuestro
caso el deporte suele ir de lo sublime a lo ridículo, “de una
destacada actuación mundial en un día (puede) pasar a un
estrepitoso fracaso al día siguiente” (p. 83) Para concluir
lapidariamente: “Las auténticas potencias deportivas tienen una
maquinaria capaz de producir de manera permanente la generación de
relevo de deportistas exitosos de categoría mundial” (p. 83). Cabe
sin embargo, hacernos con el autor esta pregunta crucial: “¿Se
avanza hacia el socialismo del siglo XXI (o simplemente hacia el
socialismo), cuando desde el gobierno revolucionario se aúpan y
promueven directa e indirectamente actividades deportivas dotadas de
significaciones, conductas y valores capitalistas, reconociéndolas,
además, como valiosas socialmente y colocándolas como ejemplos a
seguir por la población?” (p. 94)
Interesante por
revelador puede resultar también la lectura del libro Metodología
y análisis de la política pública cuando
deja al descubierto formas y prácticas del gobierno y el manejo del
Estado, por ejemplo cuando denuncia que la participación de
Maracaibo, capital del estado Zulia “la ciudad más importante del
país después de Caracas” (p. 81) en debates y discusiones que se
pretenden nacionales, fue prácticamente nula, pues se hacen en
general desconociendo el aporte de investigadores que han dedicado su
vida al tema e ignorando a los institutos universitarios
especializados (p. 99), convocando de un día para otro o como se
dice coloquialmente (de) ‘hoy para ayer’” (p. 81). Según su
análisis, se debe a la poca claridad teórico conceptual, a
aspiraciones políticas coyunturales, a la discrecionalidad
intrínseca culturalmente a la administración pública, lo cual
genera que lo que un organismo hace, ocurra de manera aislada y
descoordinada de otro afín o concurrente.
Es el deporte un
espacio altamente politizado y polarizado, y las amenazas, Eloy, no
han cesado, o sea, sigue “teniendo sentido” (p. 90) para el
Estado defenderse y sobrevivir… Han pasado otra vez casi diez años
y como ayer tal vez más, sigue haciendo falta hoy altura y madurez,
fíjate que recientemente el director general de la selección
nacional de fútbol declaró haber sido emboscado por los intereses
“políticos” de una facción que acompaña en el exterior al
diputado Juan Guaidó (autoproclamado “presidente” ¡nada más y
nada menos! que de Venezuela, y por estos mismos días una selección
de kárate no pudo viajar a Panamá a representar a Venezuela, sin
que olvidemos que un juego de la final de la serie de béisbol
nacional casi no se celebra y que de paso el país fue despojado de
manera grosera e intempestiva de ser el anfitrión de la Serie
del Caribe. Y todo por causas espúreas, fanáticas, absurdas…
“políticas” o de eso que así llaman los interesados, entre
ellos el que más, el propio y ya completamente desembozado EEUU,
cabeza visible y ariete de los “grupos transnacionales
industriales-financieros-comunicacionales que se están lanzando a la
conquista directa del poder político” (p. 110), dedicados
abiertamente a defenestrar al gobierno presidido por Nicolás Maduro.
Creo como tú,
amigo Eloy, que “En Venezuela es extremadamente limitada la
reflexión profunda, seria, vibrante, sobre el problema del ocio, el
tiempo libre, la recreación”, que es “casi inexistente la
reflexión y el debate sobre estos temas” y que “la universidad
lo hace poco y el Estado casi nada” (p. 107). Ojalá nos
encontremos todos en un país en el que la vida en toda su plenitud
se aleje para siempre de los procesos de mercantilización y
privatización y que nos sea propicio seguir haciendo todo lo posible
para encontrarnos en uno definitivo donde reine la “praxis de la
libertad en el tiempo” (p. 108), uno que sea irreversiblemente, de
todos y todas.
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