(Texto
leído en el conferimiento de la Orden Jesús Enrique Lossada a la
profesora Esther Macías por parte del Consejo Legislativo del Estado
Zulia en el marco de la conmemoración del Día del Guerrillero Heroico)
José Javier León
joseleon1971@gmail.com
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TW: @joseleon71_
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Fotos: Norman Prieto
Conocí
a Esther cuando llegué a la UBV. Corría el año 2004.
Iniciaba mi ingreso a una universidad que le daría un vuelco a mi
vida. Allí en esos espacios donde la academia se comenzaba a
entrecruzar con las comunidades como política educativa del Estado
bolivariano pero que ya formaba desde hacía largo rato parte del
hacer guerrillero y heroico de los y en especial, de las militantes
que asumían los espacios directivos de la academia insurgente para
formar y extender su praxis revolucionaria a la juventud, para que
prendiera y se hiciera, como lo dijera Robert Serra, irreversible.
Allí, en esos espacios, escuché con un asombro callado el verbo
claro y enérgico de Esther, su visión estratégica de lo que debía
ser y lo que debíamos hacer. Tenía la particularidad, extraña y
sorprendente, de iluminar lo que estaba rodeado por la incertidumbre
y de aclarar el destino de unos pasos que se abrían a la aventura de
construir lo inédito. No es fácil ir abriendo como la quilla de un
barco los grandes témpanos, enfrentando los miedos y las costumbres,
que se instalan en nosotros para ayudarnos a sobrevivir sin hacernos
preguntas ni plantearnos dudas. Esther removía los cimientos de lo
viejo y ponía en su lugar los ladrillos de lo porvenir. Y lo hizo
acompañada de otras mujeres fundamentales. De Diana Perozo que nos
explicaba con enérgica sabiduría cómo debíamos desaprender;
Simona, que es emoción y pasión por la vida; la Gocha Nelly, que
era la vida en un torbellino, hecha amor, amistad, belleza y un humor
que batía todas las puertas. Y fíjense que he nombrado puras
mujeres porque la UBV como la revolución toda, la han hecho -allí,
en el brasero, en el horno, propia y literalmente en el hogar, donde
crepita el fuego original, el corazón del oikos, las mujeres. Por
eso es que la Bolivariana, hablo de la revolución, hablo de la
Universidad, está llamada a ser matriz siempre fértil de un pueblo
que renace desde su memoria y desde su amor, por la libertad. Esther,
socióloga y comunicadora, ha tenido una intensa vida como
investigadora, como académica. Pero eso no quiere decir mucho si no
deja ver la perspectiva desde donde se asume. Porque no hay nada más
gris que acomodarse a la academia para que infle egos y títulos.
Estudiar lo que nadie se atreve, proponer miradas donde nadie ve,
iluminar lo oscuro, he ahí el trabajo de personas como Esther que
han construido en el filo de la navaja sus pasos en una sociedad
primero y sobre todo machista y patriarcal, y después, como si no
fuera poco, adocenada y abovedada en universidades enclaustradas. La
clandestinidad de la guerrilla debía comparecer en la investigación
universitaria, en el foro, en el discurso, en la visión altiva y
aguerrida que dejaba al descubierto las formas tradicionales y
caducas del poder. Hoy reivindicamos la heroicidad de los principios
y la verticalidad de las ideas. Gracias Esther por acompañarnos y de
alguna manera ser parte de todas y de todos nosotros. Sirva este
escenario para que tu voz y ejemplo nos sigan iluminando.
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