José Javier León
Este
sábado 14 de septiembre tuve la oportunidad de participar en un
proceso que reviste una gran significación. El PSUV está en proceso
de formación y las universidades, docentes e investigadores hemos
sido convocados. Se trata de acompañar un diplomado dirigido a todos
los que tienen cargos de gobierno y dirección, independientemente de
pertenecer o no al partido. El asunto emociona por muchas razones,
trataré de mencionar algunas y, de paso, reseñar mi participación,
en mi caso con el grupo de legisladores y legisladoras del Consejo
Legislativo del Estado Zulia.
En
primer lugar, resalto la importancia de asumir la formación como
política, como práctica. Todos sabemos que no es común que la
clase política participe en procesos formativos porque se ha
extendido que el político “sabe de todo” o hace -o
habla- como quien sabe. De modo que
participar y no sólo eso, convocar a un proceso masivo de formación
resulta aleccionador. Anuncia que existe interés por profundizar y
reflexionar sobre procesos en extremo complejos. En consecuencia, la
decisión desde mi punto de vista, reviste humildad. En efecto, si
creo que sé no me interesa formarme; pero si busco formación, es
porque entiendo que la realidad amerita el concurso de la reflexión
y nada mejor que hacerla en colectivo, con los colegas y partidarios
y con la participación de aquellos y aquellas que se han dedicado,
por formación profesional, a educar.
Asistí
pues, a la convocatoria nacional y como se hizo ver y advertimos
emocionados, miles y miles de venezolanos y venezolanas nos
encontramos ese día en un inmenso, variado, crítico y emocionante
salón de clases. Yo tuve la suerte de entrar por primera vez al
Palacio Legislativo, hermoso por cierto, remozado, bañado por una
luz cenital que revestía la blanca arquitectura clásica propia de
las casas más antiguas del centro histórico de Maracaibo.
Y
allí, entre viejos amigos de la universidad, legisladores de larga
experiencia, jóvenes, mujeres e indígenas, como si se dijera el
pueblo todo representado, trabajamos el tema que correspondía: los
Logros de la Revolución Bolivariana. Evidentemente, ya era un logro
que estuviéramos ahí, en un palacio en las manos del pueblo, de los
excluidos e invisibilizados de siempre, precisamente un espacio donde
se dictaron leyes para encubrirlo y borrarlo de la historia y para
legislar su dependencia y dominación. Pues ahí, y desde adentro,
tratamos de reflexionar sobre las vueltas y los vuelcos de la
historia.
Y
a la pregunta sobre los Logros, siguió la consabida lista inagotable
de logros en salud, vivienda, educación, con acento en los tiempos
marcados por la presencia relampagueante y muy honda de Chávez. Sí,
ciertamente con él los logros fueron muchos, pero también es cierto
que el imperio norteamericano trabajó lentamente la manera de
destruir la revolución intentando destruirlo. Físicamente,
inoculándole un cáncer; simbólicamente, tratando de una y mil
maneras articular aquella frase que quiso ser demoledora: Maduro no
es Chávez. Sobre esta base, y sobre la tristeza que arrasaba al
pueblo chavista quisieron montar la desmoralización y derrotar
electoralmente la revolución como lo hicieron momentáneamente en
diciembre de 2015. Pero, para asombro de propios y extraños, el
presidente Maduro se sobrepuso a la aplastante derrota y desde
entonces, poco a poco ha ido construyendo con una serenidad y una
valentía a toda prueba una senda de victorias que tuvo su clímax
en la Constituyente del 30 de julio de 2017 cuando el pueblo
masivamente dijo sí a la paz y venció al terrorismo, parando en
seco y como si se tratara de un milagro lo que se proyectaba como
cruento y prolongado baño de sangre.
Después
de un balance crítico concluimos que bien podíamos hablar de cuatro
grandes logros: una Constitución que se hizo pueblo, conciencia
revolucionaria del pueblo venezolano, unión cívico-militar y un marco de relaciones y
poderosas alianzas internacionales.
No
siempre se comprende el nivel del asedio imperial y cómo este afecta
la estabilidad de la república. Los que hablan de la crisis moral y
ética no siempre advierten como el capitalismo ha naturalizado la
avaricia, la codicia y las bajas pasiones, canibalizando las
relaciones sociales. Llenar de necesidades a la población, cortarle
el acceso a los recursos, persigue crear las condiciones para la
guerra civil, para la “pelea de perros”. Han creído los tanques
de pensamiento norteamericanos que en la oscuridad y en la
incertidumbre provocados por apagones y continuos sabotajes a los
servicios, se ha de cebar la violencia callejera y prender el
desencanto atroz, el derrumbe de la paz social. No han podido
lograrlo y la respuesta popular ha sido expresada contundentemente:
alegría, movilización y organización. Este diplomado, sin duda,
forma parte de ese despliegue estratégico para alcanzar mayor
conciencia y mirar con mayor amplitud el horizonte que se abre al
socialismo.
Sin
los logros mencionados, la revolución habría sido derrotada no
electoralmente sino por la violencia, por el golpe de Estado. En ese
sentido, la importancia de iniciar un proceso de formación para
reflexionar sobre lo hecho y mejorar lo que debe hacerse, es de una
importancia sustantiva y demuestra no sólo la comprensión de la
crisis sino la sabiduría para hacerle frente. Recordemos aquello de
Walter Benjamin, cuando dice, reflexionando sobre la historia…:
“Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y
como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo
tal y como relumbra en el instante de un peligro.” Pues bien, creo
que, modestamente, eso hicimos.
Gracias
por invitarme.
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