Por:
Jesús Parra
Profesor
universitario
Correo:
jesusoparra@hotmail.com
Si
nos remontamos a lo que han sido las concepciones de poder,
dominación y orden político, podemos inferir que ha habido una
dialéctica como trasfondo de la política que ha estado determinada
por la siguiente ecuación: Mando + obediencia= Orden Social. De esta
relación no sólo se deriva la estructura social sino también el
orden político. Es decir, en todo contexto social y político
siempre habrá algo que obedecer y a quien obedecer.
Frente
a esto hay quienes afirman que la pervivencia de un sistema político
es lograda a través del empleo de la violencia. Aunque Hobbes y
Maquiavelo estiman que existen otras variables que lo pueden
sustentar como el apoyo popular, las costumbres religiosas, la
palabra, entre otras.
En
este mismo particular, Maquiavelo, expresa que todo aquel que ostente
el poder debe “hacerse amar y hacerse temer”. Debe ser logrado
tanto lo primero como lo segundo, es decir, conseguir la aceptación
y reconocimiento por su carisma y liderazgo, así como la de infundir
temor porque representa la salida más fácil a la que puede llegarse
y con la que pueda construirse un orden social y político
Esta
concepción de poder queda determinada en el ser humano a través de
las fuerzas psíquicas orientadas a fundamentar el miedo recíproco;
ya que existe de forma natural el instinto por la vida y por la
muerte. El ser humano se inclina hacia la primera.
Dentro
de esta misma naturaleza, “si echamos un ojito”, o mejor dicho
apuntamos la mirada al caso venezolano, comenzamos a observar la
presencia de un poder político que se debate en “entre mesas”.
Es decir, por un lado están los llamados o convocatorias a diálogos
por parte del gobierno nacional que busca no sólo dirimir las
diferencias de fuerzas políticas, que por su propia naturaleza,
siempre serán antagónicas, sino también construir una política y
una forma de gobernar sustentado sobre lo social, que permita
organizar y diversificar la economía con el ensamblaje de la cultura
productiva, y por otro; aquellos (oposición irreverente) cuya
dirigencia se posiciona sobre la petición de acciones bélicas en
contra de nuestro geografía nacional y con el “acento diacrítico”
de sanciones económicas por demás.
Cómo
se diría en un skecth televisivo de un programa humorístico: “No
mejora nada el enfermo”, no sólo sería una “peruchada” lo
infundado por la oposición, sino sería una gran vergüenza para el
pueblo venezolano y para el mundo entero, albergar en la savia matria
venezolana personajes de esta vil calaña.
¿Cómo
pueden resolverse las circunstancias políticas existentes, conciliar
acuerdos políticos, equilibrar puntos de honor tanto de la bancada
oficialista como opositora en lo tocante a sus peticiones, en fin,
llegar a puntos de encuentros en un proceso de entendimiento de
extrema urgencia, cuando la oposición en comunión con sus aliados
internacionales siguen salpicando de estiércol las políticas
inclusivas y de protección que se vienen implementando en probidad
del pueblo venezolano?
¿Será
acaso una naturaleza de casualidades que la oposición venezolana
quiera rescatar y relanzar como opción de gobernanza la empleada en
gobiernos tecnocráticos donde se prioriza un sistema cerrado con
contenidos economicistas, cuya mayor preocupación recae sobre la
productividad y no sobre lo social? (Caso Argentina con Macri)
¿Queriendo además poner de moda la práctica del pensamiento
moderno con predominio de la razón instrumental y toda su
indumentaria científica que avala el crecimiento económico por
encima de lo social, la expansión del capitalismo, explotación del
trabajador, la mundialización de los organismos internacionales, la
dependencia tecnológica y financiera, la importancia subrepticia de
la producción de bienes y servicios, formas de democracia como
método de elección y de participación pasiva, y párense de
contar?. Saque usted mismo, amigo lector, sus propias conclusiones.
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