miércoles, 21 de noviembre de 2018

Una entrevista mal aprovechada


O el síntoma de las falencias que tenemos para comunicar lo que hacemos y sabemos

Por
José Javier León
 

El 04 de noviembre circuló una entrevista (se puede leer completa AQUÍ) que le hiciera el periodista Pascual Serrano a Gustavo Borges, director de Misión Verdad (http://misionverdad.com). La leí con interés decreciente cuando advertí lo sonsa que resultó aunque todo estaba servido para que resultara impactante dada la calidad y cantidad de información que sin duda maneja Borges y la, por todos conocida, experiencia de Serrano. Desde la decepción me hice algunas preguntas y decidí darme a la tarea de resaltar pasajes, comentar el asunto con detenimiento, en fin no dejarla pasar porque en medio de todo, me parece grave que se digan cosas tan superficiales cuando se tiene elementos para llegar a algunos fondos.

Como lo reseña la entrada a la entrevista, Misión Verdad tiene la intención de “sacar a la luz la realidad venezolana por encima de las intencionalidades de muchos medios de comunicación y la falta de datos e información proporcionada por el gobierno venezolano”. Veamos, sin embargo, qué pasó en la susodicha.

A una pregunta sobre la disminución del poder de compra del venezolano, Borges respond: “Muchos de los productos proceden de sectores privados y no se ha podido llegar a un acuerdo con el gobierno para su distribución a un precio accesible. Por otro lado, los salarios de los venezolanos han bajado porque la inflación ha destrozado la política salarial del gobierno”. Esa respuesta dada en los primeros días de noviembre escamotea un dato importantísimo que Serrano no tiene por qué saber pero Borges definitivamente sí, que el gobierno hizo un increíble aumento del salario mínimo acompañado de una estrategia de protección que incluyó el pago por tres meses del diferencial de la nómina de los empleados del sector público y privado y firmó acuerdos con empresarios sobre los precios de productos esenciales, acuerdos que éstos destruyeron con las prácticas consabidas: boicot, acaparamiento y ante la inducción de escasez, salida a la calle de los productos a través de redes y puntos de comercialización informal sólo que esta vez, casi al unísono, asomaron algunos productos en las cadenas formales con increíble sobreprecio y un aumento desmedido no semanal sino interdiario de precios, en claro desprecio de cualquier acuerdo y en franca oposición golpista y desestabilizadora contra el plan de Recuperación Económica. De paso, “pulverizando” sin duda el verbo preferido por la prensa de derecha, el salario. Por otro lado, hablar de “inflación” como si se hablara de un dato económico y no de una variable terrorista arbitraria e irracional, es un completo despropósito y tergiversa la realidad.

Si Serrano no pregunta de seguidas ¿Y a qué se ha debido la inflación?, la cosa hubiera quedado en saldo negativo para las acciones del ejecutivo y su Plan de Recuperación. La respuesta de Borges, fue: “Hay muchas teorías. Lo que hemos analizado en Misión Verdad es que hay marcadores artificiales respecto al cambio del dólar en mercados no oficiales, mercado negro, que han provocado un incremento de los precios. Vivimos un cambio artificial y especulativo con el dólar y eso produce una inflación y subida de los precios”

Serrano, claro está, no puede entender, ni nosotros, cómo una página puede trastornar el sistema de precios del país, pero Borges responde a esta duda comprensible otorgando nuevamente la razón al sector privado. En efecto, repite aquello de que producimos sólo petróleo y que todo lo debemos importar, por lo tanto dependemos del dólar, es decir, que las cosas están lo caras que están porque el “empresario privado” compra dólares para la importación en el mercado negro. O sea, no hubo fuga de capitales, ni importación de chatarra, ni desvío ni empresas fantasmas, ni guerra del empresariado, y los comerciantes no han desarrollado prácticas suicidas -sobre la base ideológica del desprecio fascista contra el chavismo y todo lo que se le parezca, como ingrediente base para una guerra civil- aupadas abiertamente por los medios y a través de las redes-, sino que el precio del petróleo bajó y el Estado no dispone de dólares para beneficiar la importación de un sector que, otra vez, queda intocado por Borges. Luego, termina con el mantra de las ciencias sociales que apela a lo multicausal y complejo y listo, saldado el asunto.

No ve Borges ni comenta ni reseña siquiera someramente que hay sectores productivos que se reflejan en nuestra cotidianidad en forma de diversidad de productos nacionales, aparte de una evidente reactivación del emprendimiento a pesar de las dificultades que imponen el bloqueo y las sanciones. No sólo se produce petróleo, es una mezquindad enorme decirlo pero sostenerlo es de una torpeza inenarrable amén de hacerlo frente a la oportunidad de utilizar la ventana comunicacional de Pascual Serrano y su seriedad y compromiso con la verdad y la objetividad, sólo para aparecer crítico y ecuánime.

Por demás, ¿no sabe o no maneja información sobre los motores económicos que planteó el Ejecutivo Nacional? ¿Y el plan minero en el Arco pero también en torno a los criptoactivos? ¿Y el plan farmacéutico? ¿Y la activación de la producción territorial y comunal, sólo por decir algo, agrícola o textil expresada en la fabricación de millones de uniformes escolares? ¿Y la construcción de viviendas? Es decir, manejando información, es un crimen encubrirla para que, otra vez, por mampuesto quede bien montado el discurso de la derecha antinacional que es precisamente, ese: que no producimos nada y que dependemos exclusivamente del petróleo y por tanto, que somos vulnerables y candidatazos a la “intervención humanitaria”.

Serrano le pregunta si tal complejidad se le ha explicado al país. Borges responde que lo han intentado entre otros Pascualina Curcio y el propio Presidente, pero lo que en especial la primera ha explicado no parece haberlo entendido Borges si a sus respuestas vamos. Es verdad que muchos datos ha suministrado Misión Verdad y que los periodistas no los usan para sus notas, ¡pero él tampoco a la hora de responder con la superficialidad con que lo hizo y dándole la razón a los detractores y agentes multicausantes de la compleja guerra económica! De haber querido, habría utilizado conclusiones de los estudios econométricos de Curcio para desmontar esa “verdad” impuesta de la que él mismo resultó una víctima, de que en Venezuela no se produce nada y que lo importa “todo”. ¿De verdad es necesario subrayarle a Borges los trabajos donde Pascualina demuestra que eso no es verdad? ¿De verdad, él no lo sabe? ¿Y si lo sabe como estoy seguro, por qué repite una mentira que distorsiona la realidad de Venezuela y nos deja inermes ante la brutalidad de la guerra económica y la prensa y opinión pública internacional?

Menciona Serrano la falta de medicinas y Borges insiste en el bloqueo y la asfixia, pero él sabe o debería saber que eso es sólo una parte de la verdad, pues debería manejar con propiedad aquella que llevó a las empresas farmacéuticas a firmar acuerdos con el gobierno para la producción y distribución de medicinas, acuerdo que estoy seguro ya sufrió la misma patada que el de los alimentos, por las razones arriba expuestas, es decir, porque hay declarada una guerra contra el pueblo venezolano y las bases de apoyo del presidente Maduro y la revolución bolivariana en general.

A modo de ilustración, hace días la alcaldía de Maracaibo y la gobernación del estado Zulia -al occidente del país y en la frontera con Colombia, intervinieron un inmenso mercado informal diseminado en el centro histórico de la ciudad y, en un momento en que la maquinaria pesada daba cuenta de los tarantines improvisados que tenían décadas ocupando las calles y aceras se dejó oír un estrépito de vidrios rotos y aparecieron nada más y nada menos que ristras de ampollas de insulina. Al bloqueo se suma pues, una debacle moral inducida por la misma crisis y que hace parte del escenario de guerra multifactorial o híbrida.

Volviendo a la entrevista, Serrano y Borges pasan al tema de la migración y ante la evidencia de un intenso flujo aparece un ritornelo que a mi me parece sospechoso, el de las cifras oficiales. Si yo fuera periodista y me preciara de tener un medio que hace trabajos de investigación, lo que menos pidiera -con la inocencia de esperarlas- a gobierno alguno sería “cifras oficiales”. O las busco y las investigo y doy con ellas por encima o por debajo de lo que sea, o no hablo de ello y me quedo con rumores, números al voleo o con lo que me digan las páginas y voceros entre líneas en medio de la obligada propaganda oficial. Pero obvio que no di ni hablaré seriamente de investigación. En otras palabras, si te presentas como un medio independiente y objetivo entregado a la investigación, ¡no le pidas cifras oficiales al gobierno!, que tendrá miles y sobradas razones para no darlas, a nadie.

Al respecto, hace unos días era titular de ciertos noticieros que el FMI estaba exigiendo al gobierno las benditas cifras oficiales, como si Venezuela dependiera o tuviera que rendirle cuentas al FMI, nadie salió a decir ni del alto ni el bajo gobierno que Venezuela no tiene porqué darlas y menos a ese organismo con el que el país rompió relaciones desde tiempo de Chávez y que practica un descarado terrorismo económico internacional, como mentor y ejecutor de políticas neoliberales cuyas consecuencias califican sin más como crímenes de lesa humanidad.

Siguiendo esto de las cifras, Borges cita un trabajo de investigación con algunos datos y era eso, claro está, lo que tenía que hacer sin decir que valoraba mal que el gobierno no las diera. El gobierno, repito, tendrá sus razones, de ahí que me pregunte ¿qué se gana con malponer una estrategia de lo que es a todas mis pocas luces un tema de seguridad y defensa del Estado el cual -en el marco de una guerra global de información y contrainformación- tiene la perentoria necesidad de hilar una retórica -que por cierto paró casi en seco la muy agresiva de la intervención militar- de un éxodo que retorna a Venezuela porque el país pese a todo le ofrece seguridad y bienestar a sus ciudadanos? ¿Es muy difícil entender eso?

Por supuesto, cuando Borges presenta el catastrófico escenario de la migración y sus números “no oficiales” fruto de investigaciones independientes, el plan Vuelta a la Patria y sus 9 mil venezolanos y venezolanas que regresan, resultan prácticamente nada. Pero si se entiende que estamos ante golpes de efecto, ¿por qué no analizar el asunto desde el punto de vista comunicacional? Por ejemplo: los buses con migrantes venezolanos eran detenidos en las carreteras internacionales antes de llegar a su destino y debían terminar el viaje a pie, de ahí las fotos de los caminantes errantes. Hicieron eso los medios sin contar con que se les venía encima una verdadera caminata de migrantes que no tardaron en edulcorar con la palabra “caravana”. Ambas imágenes, la de venezolanos cruzando los andes (parodia insultante del paso de los Andes de Bolívar) y la de los centroamericanos atravesando miles y miles de kilómetros bajo un sin fin de amenazas y acusaciones, son sin duda efectistas, pero una se mostró a todo color y en todos los medios, la otra, inocultable, la han llegado a presentar como una gigantesca operación de propaganda anti-Trump. En definitiva, son golpes de efecto que terminan delineando una “realidad” a la medida de los medios que están al servicio de intereses geopolíticos. Que salgan (supuestamente) a pie huyendo de la hambruna impuesta por un dictador pero regresen visiblemente felices en vuelos fletados por el gobierno, se trata sin duda de un golpe de efecto... Ver entonces el problema como un asunto de cifras es, por decir lo menos, irresponsable.

Finalmente, es increíble como despacha Borges el caso de la ex fiscal Luisa Ortega Díaz. A la pregunta de Serrano que, repito, no tiene por qué conocer los intríngulis y que busca aclarar algunos puntos sobre esa “destitución”, Borges responde: “Esa fiscal fue destituida por el poder legislativo, se trata de un procedimiento administrativo establecido por la legislación venezolana”. Con esa respuesta equidistante entre la nada y el vacío, queda sin alusión que la Fiscal estaba complotada en un golpe de Estado que perseguía socavar la posibilidad de justicia y hacer reinar la completa impunidad en un marco de creciente violencia callejera. Si aquí no llegamos al punto de Ucrania, fue por la paciencia del pueblo y los movimientos del ejecutivo y el resto de los poderes (recuérdese que la Asamblea Nacional a secas estaba en manos de la oposición que el diciembre de 2015 la ganó y desde el mismo momento en que se dieron los resultados adversos para el gobierno sus voceros más conspicuos dijeron que se ponían desde ya en campaña para tumbar al gobierno y desconocer al Presidente, intentando si no una cosa, otra en una carrera alocadamente golpista que serviría de paso para dar rienda suelta a la violencia en las calles). Con casi todo en contra, se abrió una ventana que permitió la posibilidad de la Asamblea Constituyente la cual milagrosamente trajo la paz y sacó literalmente de la noche a la mañana a Venezuela de las garras del extremismo y el fascismo. La ANC no es sólo que está por encima o que es plenipotenciaria, es que ha sido una verdadera válvula de escape a la violencia terrorista y nos preparó -con un inesperado golpe de mano del presidente Maduro que probablemente no tengamos la suficiente perspectiva histórica para comprender y agradecer- el terreno para labrar la paz política, la única que puede sentar las bases de la paz económica. Sin paz política es imposible que el gobierno se plantee una bitácora de dos años para maniobrar una economía asediada por el imperio norteamericano.

Por cierto, fue tan contundente la paz que trajo la Asamblea Constituyente que los partidos de oposición, que sólo respiran y viven de la violencia, extinguida ésta, prácticamente desaparecieron de la escena. Es por ello que los ataques directos a la población venezolana vienen hoy de dos lados: del exterior a través de la vocería y los organismos dependientes de la política exterior norteamericana y del interior, a través del empresariado difuminado en un innumerable ejército compuesto de comerciantes formales e informales que tienen como objetivo -sordo o secreto- hacer invivible la cotidianidad de la población. Insisto en que está completamente desdibujada la representación política de ese sector diseminado y extendido, esclavo del capital trasnacional en el marco de una dolarocracia infame.

Valga recordar que en los tiempos de la guarimba (a mediados de 2017) un operador político de la oposición Freddy Guevara -hoy asilado en la embajada de Chile- decía que había que eliminar para el venezolano la “normalidad”. Pues eso es precisamente lo que acontece en el país, nada, ni lo más nimio, se resuelve normalmente; la violencia callejera, las barricadas y los linchamientos se trasladaron y concentran hoy en las calles de un comercio desquiciado.

Total, muchas entrevistas u opiniones corren igual suerte, tergiversan, recortan, simplifican. En este caso, estoy seguro que Pascual Serrano no contaba en su agenda con eso ni era la de Gustavo Borges, pero me pareció que esta en particular terminó aportando casi que nada y, en cambio, mucho le sirvió a los intereses de la desinformación. Lamentablemente.

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