martes, 9 de marzo de 2021

Editorial - Somos UBV Radio 13, transmitido el domingo 7 de marzo de 2021

 


Voy a plantear un concepto personal que me ha ayudado a comprender muchos fenómenos de la historia reciente o contemporánea. Es este: el capitalismo no es en rigor, estrictamente, un sistema económico, sino un modelo de organización social que emplea la fuerza y la violencia para establecer mecanismos de dominación que hagan posible y natural a a fuer de costumbre, que los ricos sean ricos y los pobres, pobres. Que los ricos que no trabajan, sean sostenidos por los pobres que trabajan las más de las veces, en terribles condiciones. El capitalismo pues, ha invertido los conceptos. Con la palabra trabajo, encubre el robo. Con la palabra desarrollo, tapa la destrucción. No es un sistema económico, porque economía significa: administración de la casa. La palabra viene del griego antiguo: oikos, que significa casa y nomos, administración. Resulta entonces, a la luz de los acontecimientos, que el capitalismo ha mal administrado de tal manera los recursos, que ha puesto al borde de la destrucción, la casa. Es decir, el planeta, que es la casa común, la casa de todos. El capitalismo es pues, un sistema antieconómico, y sobre todo, irracional, pues envenena el agua que bebe, destruye el bosque y contamina el aire que respira. Corta la rama en la que está sentado. Y todo esto lo hace ensoberbecido, con altanería, con petulancia. En sus maneras, en su andar, va diciendo y como demostrando, que se las sabe todas, que tiene todo bajo control, sólo porque esconde bajo la alfombra, con la ayuda de los medios, la muerte y destrucción que va dejando a su paso. Nos toca a los pobres, a los pueblos, denunciar su barbarie y tratar de poner los conceptos en orden o de pie, como decía el viejo Carlos Marx. Y cuando hablemos de trabajar, hablemos de producir bienes y servicios para la vida. Y cuando hablemos de economía, hablemos de administrar la casa, de administrar la escasez, para que alcance para todos y todas, como hacen precisamente las amas de casa, las ecónomas por antonomasia, nuestras madres y abuelas, que siempre piensan y protegen a los más importantes, a los niños y niñas, y a los ancianos, la memoria de los pueblos, todos ellos en los que menos piensa el capitalismo que lo ve todo al revés. O que no ve, o mejor invisibiliza, como lo hace con los niños y las mujeres. A los primeros, explotándolos en trabajos terribles, sin educación y sin juego, como cuando los hunde en las minas, y a las segundas, por un lado convirtiéndolas en cosas u objetos, o reconociendo por su trabajo menos de lo que le paga a los hombres, cuando no borrándolas hasta del lenguaje que si nombra a los científicos no ve a las científicas, o si nombra a los doctores o médicos, no ve a la médicas y doctoras. En el capitalismo, son los niños, mujeres y ancianos los que llevan la peor parte, porque es un sistema patriarcal, misógino, que desprecia la vida. En el marco de estas ideas, recordamos hoy a la mujeres trabajadoras que un 8 de marzo de 1857 salieron a las calles de Nueva York para protestar por las míseras condiciones en que laboraban. Y el 08 de marzo de 1908 la huelga con las mismas exigencias, que siete días después arroja un saldo trágico: 129 mujeres mueren en un incendio en la textilera Cotton Textile Factory, también en New York provocado por el dueño de la fábrica, que quería encerrando a las trabajadoras, impedir la protesta. La precursora del feminismo, Clara Zetkim nacida en Alemania en 1857 propuso en la Segunda Conferencia de Mujeres Socialistas que tuvo lugar en Copenhague, Dinamarca, el 27 de agosto de 1910, que el 8 de marzo fuese considerado Día Internacional de la Mujer en homenaje a esas 129 costureras que murieron exigiendo un sueldo digno, la reducción de la jornada de trabajo a diez horas y la prohibición de utilizar mano de obra infantil. Pero en febrero de este año, en Marruecos en una fábrica clandestina ubicada en un sótano mueren 28 personas electrocutadas, entre las víctimas, 17 mujeres. Las mujeres y los niños, el corazón de la vida, conocen el trabajo esclavo. En las maquilas que sostienen el consumo capitalista, son encadenadas a sus puestos de trabajo en jornadas de hasta 16 horas con restricciones hasta para ir al baño y cuando se inicia un desastre no pueden huir o las puertas están cerradas por fuera. El capitalismo es la legalización de la barbarie. No genera riqueza sino pobreza y el 1 por ciento de los ricos que acumula privilegios usa la propaganda, el chantaje, pero sobre todo la violencia, para sostener un régimen que está destruyendo las bases de la vida y del futuro. Luchar hoy por los niños, las mujeres y los ancianos, es una tarea impostergable, y denunciar el horror capitalista una causa que nos debe encontrar a todas y a todos los que creemos que otro mundo es posible. Sólo juntos y juntas, venceremos!

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